Titadyn, el eterno retorno (LII) por Rasmo
(Continúa de la entrada anterior)
Como ya sabemos, julio de 2006 es cuando empieza de verdad la fiesta del despilfarro interpretativo. Un revisionismo con la fusta de la sospecha marcando paso de carga. Algunos deciden entonces que hay que olvidar cuanto se había leído y escrito, para hacer arrebatada ostentación de tremebundas novedades, en realidad marchitas. Y así resulta que hay quien empieza a impostar maravilla ante la revelación y engalanarse correlativamente de ultraje ante la confesión de que ¡no puede saberse la marca concreta de lo que explotó en los trenes! Después del repaso documental que acabo de exponer, todo esto queda más o menos al mismo nivel de novedad que la invención de la sopa de ajo la semana que viene. El auténtico escándalo es la interesada ofuscación o la acongojante desmemoria de quienes venden como alarmantes hallazgos las supuestas admisiones de Sánchez Manzano y la perito 17.632 ante el juez Del Olmo, efectuadas a raíz del (verdaderamente) insignificante lapsus de la nitroglicerina.