11-M Refrito Rererererevisited por MANEL GOZALBO.

11-M Refrito Rererererevisited

Manel Gozalbo

Se lo dije en Twitter al flamante fichaje de ABC, Juan Carlos Girauta, que empezaba a hacer cábalas jurídicas sobre el significado de las supuestas exclusivas de El Mundo relativas a Jamal Zougam. Nada de lo que se está publicando es nuevo —le comenté—, ya ha sido visto y descartado por el Tribunal Supremo cuando los recursos de casación. La conversación terminó con un incrédulo expletive not deleted por su parte que uno, a estas alturas, entiende justificado de sobras. Porque esta no es ni la primera ni la decimonovena vez que El Mundo reempaqueta noticias viejas del 11-M y las presenta como si fueran nuevas de trinca, para interminable asombro de sus parroquianos. Y tampoco es ni la segunda ni la vigésima que, al hacerlo, distorsiona hechos, oculta datos e inventa sobre la marcha, presentando las cosas bajo una luz que no es la propia. Me dejaron de pillar desprevenido hace años —a la fuerza ahorcan—, pero admito que quien no siga la saga onceémica muy de cerca puede sentirse defraudado en su buena fe más de lo aconsejable.

El día de la marmota contado por la marmota.

Las cosas suelen comenzar de aquesta guisa:

Tras una larga investigación periodística, EL MUNDO ha publicado una serie de informaciones que cuestionan la versión oficial del 11-M y remueven los cimientos de la sentencia del juicio por el atentado más grave de la historia de España.

Cuando uno lee semejante entradilla en ese periódico puede apostar a que le están engañando y a que alguien se ha pasado unas horas remodelando noticias de uno, dos, tres o cinco años atrás.

Es tan así que yo mismo me repito sobre su falta de originalidad. Pero, oiga, es que es tan-tan-tan-tan así que a Rosa Díez la vuelven a liar los mismos con lo mismo en la misma cadena de radio, de modo que tenemos que ahora Rosa Díez ve ‘suficientes indicios’ para que se reabra el sumario del 11-M como hace dos años tuvimos que Rosa Díez pide abrir «un nuevo procedimiento» judicial ante las revelaciones del 11-M. El verdadero día de la marmota, joven padawan, se inspiraron en esto para hacer aquella película. ¿Que no? Sí, hombre, fíjate que la entonces portavoz popular Soraya dice que «el PP apoya cuantas investigaciones puedan hacerse» sobre el 11-M y que ahora el portavoz popular Pons [dice que] «Cumpliremos todas las promesas de aclarar el 11-M». Calcadito.

Como fuere, igual será cuestión de alertar a mis amigos de UPyD sobre la credulidad de su lideresa o, peor, sobre su falta de tablas ante los medios. Tal vez puedan darle un par de consejos «por los cauces pertinentes» (capítulo uno: «No quiere decir no«), o a lo mejor le pasan el enlace de esta página y capta la idea sin ayuda de nadie.

Entrando en harina, lamento repetir (otra vez) que no hay nada nuevo en esta saga de El Mundo salvo un par de fuegos artificiales sin repercusión jurídica enhebrados con un lenguaje capcioso y malintencionado que implicaría la inmediata expulsión del juntaletras en cualquier periódico estadounidense obligado a los checks and balances. Pero, por desgracia, nuestra prensa no está hecha al rigor. Cuanto se denuncia sobre los testigos contra Jamal Zougam ya se sabía en 2007 —me refiero, por supuesto, a lo sucedido antes de esa fecha, no a lo posterior—, y la Audiencia Nacional lo sometió a contradicción por las partes en sala y lo valoró, y luego el Tribunal Supremo resolvió los recursos al respecto muy razonadamente (rechazándolos todos, por cierto). Quicir, las sentencias pertinentes están ahí, las pueden consultar todos, aunque los titulares de la semana en curso vengan a confirmar que al menos en el periódico de Unedisa no se han esforzado mucho.

Ítem quicir: en 2009, en una anterior campaña de Zougam askatu!, Luis del Pino ya publicó en El Mundo todas las atribuidas inconsistencias que reafloran ahora, y por supuesto él y sus peones negros las han gritado en incontables ocasiones en su blog de Libertad Digital, antes, durante y después del macrojuicio. ¿Viene El Mundo ahora a descubrir que los tres testigos protegidos (y víctimas del terrorismo) están en el rocanrol por la pasta? Llega tarde. En marzo de 2006 —vamos para 6 años—, Javier Castro y Javier Arribas, periodistas de la difunta City FM, donde entonces también colaboraba del Pino, informaban que los que vieron a Zougam en los trenes tenían una paga mensual del Estado. ¿Le preguntaron a Rosa Díez qué opinaba, o al primero del PP que pasara por allí? ¿Cómo no han resucitado la primicia Casimiro García-Abadillo y Joaquín Manso Madrid si se trata de manchar la reputación de tres víctimas del terrorismo para poner en libertad a un asesino megamúltiple? ¿Hay una epidemia de amnesia o qué?

Calla, ¿creerás que sostener que los testigos contra Zougam son poco fiables tampoco es una originalidad de García-Abadillo y Manso? Ya en agosto de 2005, Luis del Pino destapaba la liebre (aunque su teoría de la contaminación por la publicación de fotografías en los periódicos no pasa el corte [ver más abajo]). Ha llovido, pero todo lo que ahora presentan en El Mundo como novedades escandalosas se encuentra ahí en ese enigma luisdelpinesco de 2005… a pesar de que todavía faltaban unos meses para que se concluyera la instrucción, el juicio no se había celebrado y los recursos no se habían resuelto. ¿Indica algo semejante premura anticipatoria de del Pino? Sí, claro, indica que en esta especie de juicios paralelos la culpabilidad o inocencia de Zougam nunca ha dependido de los hechos ni de las pruebas sino de la imaginación de sus defensores mediáticos. Con pocos datos a su disposición argüían lo mismo que ahora cuando disponen de muchos.

(Desde cierto punto de vista se diría que cuando hablaba Luis del Pino pasaba un carro. Yo me siento igual: todavía sigo esperando que él o Libertad Digital o El Mundo publiquen la noticia de que Al Qa’ida ha vindicado la autoría intelectual del 11-M que tanto les ha desvelado durante años. Ntchs, ni siquiera desde que se lo conté a Fray Josepho, colaborador de del Pino en su programa en EsRadio, me han hecho caso.)

Inshidiash

A falta de auténticas novedades, lo que no faltan en las cuatro entregas de El Mundo, en las que coincido con José Donís en que puede estar incurriéndose en un delito de descrédito de víctimas del terrorismo tipificado en el artículo 578 CP, son inshidiash. No sé, cosas como citar mal las sentencias, por ejemplo. Así, vemos que el primer día se quiere exculpar a Zougam apelando al testimonio de su madre:

Aicha ratificó ante el tribunal la declaración de Chaoui pero, en la sentencia, el ponente afirma que sus declaraciones «son novedosas porque la madre no ha declarado antes en la causa». Omite Bermúdez que fue Del Olmo el que no consideró «pertinente» la declaración de la madre del condenado durante la instrucción. Es decir, que su declaración no es novedosa porque la madre declarara cosas que no declaró durante la investigación, sino porque no se le llamó a declarar.

En realidad, la sentencia añade pequeños detalles que Casimiro García-Abadillo y Joaquín Manso Madrid omiten, y que enfatizo con negritas:

Chaoui, declara que su hermano estaba durmiendo a las 9:45 horas del 11 de marzo, y que se levantó y desayunó a las 10, lo que confirma su madre. Ninguno de los dos dijo explícitamente haberlo visto en la cama entre las 6:30 y las 8 horas. Estas declaraciones son novedosas porque la madre no ha declarado antes en la causa y el hermano lo hizo en la policía sin referirse a esta cuestión. En efecto, Chaoui declaró ante la policía, asistido de abogado, el día 15 de marzo de 2004, sin que hiciera mención alguna a que su hermano estuviera en su casa durmiendo en la mañana del día 11, cuando tenía que saber que había sido detenido con anterioridad por los atentados del 11 de marzo. Además, en la vista se retractó de aquellas contestaciones que en su declaración policial pudieran haber comprometido a su hermano, tales como las relativas a la compra y venta de tarjetas y a donde se guardaban.

Pequeños detalles que, obedeciendo la pueril lógica desplegada en la serie de El Mundo, convierten al hermano de Zougam en un falso hermano porque ¡oh, engañó a la Policía, inventó hechos y cambió de versión! (titular a toda plana en una de las entregas).

O, no sé, insidias como mencionar bastantes veces que la «única prueba» contra Zougam son los testimonios de los testigos protegidos (y también víctimas del terrorismo) y, a la hora de la verdad, acordarse de que, mecachis, el Supremo (y, aunque no lo dicen, también la AN) valoró conjuntamente esos testimonios de cargo… y la implicación de Zougam con las tarjetas de los teléfonos móviles que se emplearon en los atentados y sus relaciones con varios otros miembros de la célula yijadista.

O, bueno, insidias modelo me-molan-los-malos. Prueba C de la acusación, esta vistosa manoletina marca de la casa García-Abadillo (el sic es suyo):

3º. La sentencia recurre a otro indicio de «especial relevancia» para condenar a Zougam. En una declaración ante la policía francesa, el islamista Attila Türk afirmó que en una supuesta conversación con el procesado Hasan Haski, éste le dijo que «conocía a Djamel Zougham [sic], el que hizo los atentados el mes pasado». Cuando el juez instructor, Del Olmo, le preguntó sobre ese asunto, Attila Türk desinfló la pista: «No recuerdo haber dicho eso».

Posteriormente, cuando declaró en la vista oral (22 de mayo de 2007), Attila Türk negó rotundamente que Haski le hubiera hecho ninguna confidencia sobre Zougam.

A ver si se entiende: El Mundo acusa de falsedad en testimonio a las testigos protegidas C-65 y J-70 (siglas de andar por casa, las reales son más largas) porque han cambiado de versión con el tiempo. Sin embargo, Attila Türk, al decir de nuestros tribuletes, desinfla una pista que inculpa a Zougam pese a que también Attila Türk ha cambiado su versión con el tiempo. La figura se llama exposición imparcial, creo. Lo de menos, al final, es que Türk no negara rotundamente lo que quiere García-Abadillo:

A. GERIA [abogado de la Acusación Particular Angélica María Geria Cortés y su hijo menor de edad]: ¿Recuerda usted haber declarado que Jamal Zougam, que Hasan el Haski le dijo conocer a Jamal Zougam?

Türk: No.

No lo recuerda. Más literario vestirlo como que niega rotundamente, pero no más cierto. Lo que sí es cierto, por el contrario, es que el detalle no llamó muchó la atención de la cronista de El Mundo. Evolución del pensamiento corporativo, se llama esta otra figura.

Y así hasta veintitantas inshidiash más cuyo propósito consiste en desmejorar las reputaciones de tres testigos protegidos y víctimas del terrorismo. Aburrido e inútil detallarlas todas aquí, de modo que abreviemos.

Antes de pasar página, no obstante, sería imperdonable no aludir al episodio de la cacería, ya que, aunque posterior al macrojuicio y sin ningún valor probatorio de nada, absolutamente de nada referido a Zougam o al 11-M, es, no tan sorprendentemente, «la prueba de culpabilidad» de una de las dos testigos que más están blandiendo los aficionados. Al parecer, un amigo empresario del «comisario jefe de la Policía Judicial, Juan Antonio González, de la máxima confianza de Alfredo Pérez Rubalcaba, o de Gabriel Fuentes, que era subdirector general del Gabinete Técnico de la Policía en el 11-M», habría contratado a la testigo protegido y víctima del terrorismo C-65 y a su marido como vigilantes de seguridad en una de sus empresas. Ese mismo empresario fue el que pagó la famosa cacería de Garzón, Bermejo (entonces ministro de Justicia), algunos policías, una fiscal y no sé quién más. La cacería, en suma, que supuso la dimisión de Bermejo por un quítame allá un permiso de caza autonómico.

No sé qué significa el episodio. ¿A cuento de qué resulta relevante esta información? ¿Se trata de culpa por asociación? ¿La testigo y víctima del terrorismo C-65 es mala persona porque fue contratada en 2009-2010 por un amigo de un amigo de Rubalcaba? ¿O quiere decirse que «se ha vendido»? ¿Se sugiere que su testimonio ¡2 años antes! fue recompensado con un puesto de trabajo ¡2 años después!? ¿Es eso?

Hum, qué panorama más interesante se abriría, en tal caso. Para empezar, El Mundo sería cómplice de sus supuestas fechorías. Sí, un día convendría relatar las relaciones sanctas et non sanctas entre ese rotativo, su director, su vice, algún columnista, una asociación de víctimas, dos abogados, un perito primerizo, dos editoriales, dos cadenas de radio, tres televisiones y dos peticiones de miles de años para Jamal Zougam. Algún día.

(Actualización, viernes 21:57: el empresario que supuestamente contrató a C-65 y su marido como vigilantes de seguridad, responde por carta a El Mundo y afirma que no conoce ni Juan Antonio González ni a Rubalcaba. Tampoco sabe si contrató a la testigo protegida porque al ser testigos protegidos desconoce sus nombres. Texto completo gracias, de nuevo, a Rasmo.)

R-10, el testigo clave

Pese a las apariencias, la artillería de El Mundo finge no dirigirse contra los testigos protegidos y víctimas del terrorismo en sí; quiá, acusarlas de perjurio es el refilón necesario para darle en las narices al presunto verdadero objetivo del rotativo: las supuestas camarillas policiales que falsificaron pruebas en el 11-M, vulgo las cloacas. En este sentido, ¿qué elementos aducen nuestros intrépidos reporteros?

En la entrevista con R-10 del pasado lunes, se destaca que R-10 dice no haber reconocido a Jamal Zougam el 16 de marzo de 2004 sino dos semanas después, al contrario de lo que se afirma en el folio 1656 del Sumario y posteriormente en la sentencia de la AN. Así, pues, ¿qué aporta de incriminador la diferencia de fechas? En dos palabras, na da.

Un reconocimiento fotográfico en fase de instrucción —sea en una comisaría o en un juzgado— no constituye prueba, solo es parte de la fase de investigación. Tampoco constituyen prueba de cargo las ruedas de reconocimiento, eso tan peliculero de cinco tíos en fila y uno señalando tras el cristal espejado, que también se consideran parte de la investigación (TS, p. 590). La prueba de identificación del sospechoso se produce únicamente en el juicio oral. Gómez Bermúdez lo repitió así como 30 veces durante las sesiones; por ejemplo durante el testimonio de J-70, cuando la defensa de Zougam detecta «datos nuevos» en las respuestas de J-70, Gómez Bermúdez le responde: «Totalmente. Es que la prueba válida es la que se practica en el juicio oral»; más tarde el TS insistirá en ello al resolver los recursos.

Es por eso que tampoco importa que al testigo le muestren en la sala, marcada con su firma en ella en señal de haberle identificado en actuaciones previas, la fotografía del sospechoso, o que la foto haya aparecido con anterioridad en los medios de comunicación. A la sala se va a ratificar y se hace en presencia de todas las partes, que tienen el derecho a interrogar al testigo en busca de contradicciones o mentiras que devalúen o anulen su testimonio (el famoso principio de contradicción). Salta a la vista que ni la defensa de Zougam ni ninguna otra consiguió devaluar o anular la validez de los testimonios, y eso tendrá su importancia, como veremos más adelante.

Pero eso pretende ahora El Mundo con R-10, que se anule su testimonio. Lo hace sin garantías de ninguna clase, por lo que superfluo resultará observar que todo el autobombo del periódico no viene al caso. Bien podría suceder, en un hipotético juicio de revisión, que R-10 no confirmara su entrevista con El Mundo. Todo se iría por el desagüe. Sí, así es, aunque tengan la entrevista grabada en vídeo: jurídicamente carece de valor, cero, nada, como si no existiera. Y, al cabo, insístase en que R-10, pese a la discrepancia de fechas, confirma que vió a Jamal Zougam en el fatídico tren el día de autos. Ningún juicio se reabre por una discrepancia cronológica de este calibre.

Existe además otro factor en el caso de R-10, si atendemos a las pretensiones debeladoras de El Mundo respecto de las cloacas. Se sabe quiénes fueron los policías que cumplimentaron el acta de reconocimiento fotográfico fechada el 16 de abril de 2004: fueron los Inspectores de la BPI con carnés profesionales números 78.868 y 63.796. Ningún misterio. Como agudamente apunta Rasmo, «ahí lo tienen, que interpongan una querella por falsificación documental contra los policías perfectamente identificados…» ¿Por qué no lo han hecho? ¿Por qué ni siquiera les mencionan durante la entrevista a R-10? Pues por lo apuntado arriba: porque el detalle carece de cualquier relevancia. No es base para reabrir nada ni cuestionar nada. Va uno al juzgado de guardia y dice que quiere presentar una querella porque donde pone 16 tenía que poner 29 —un decir— y le corren a gorrazos. Errores de fechas, en el Sumario, hay tropecientos. Me corrijo: errores de fechas, en cualquier Sumario, hay tropecientos. Tecleos rápidos, amanuenses descuidados, faxes y fotocopias poco legibles, resulta inevitable. Pero es que ni con una querella se resolvería la cuestión: si se procediera contra dichos Inspectores, sería la palabra de R-10 contra la suya, con la diferencia de que la suya cuenta con el respaldo documental de una bonita foto de Jamal Zougam firmada por R-10.

R-10 también presenta la particularidad de que no quiso venir a España para ratificarse en la identificación durante el macrojuicio —no había modo de obligarle, ya que en 2007 residía en Rumanía— y, de acuerdo al artículo 730 LECr, se dió lectura a las actas de reconocimiento sin posibilidad de que se le interrogara. Este aspecto fue recurrido ante el Supremo y desestimado porque «la declaración de este testigo no vendría a ser necesaria, pues resulta redundante en relación con un hecho que ya estaría suficientemente acreditado sin necesidad de acudir a su declaración». Aquí procede una sencilla operación matemática: divídase esa innecesaria redundancia por el titular de El Mundo, a saber: «Un testigo clave niega que…». El resultado es la decencia del director del periódico. Sí, escasa.

J-70 la aprovechada

En el caso de J-70, El Mundo aduce como motivo de anulación de su testimonio —y por ende como indicio de manipulación policial— que los tribunales de evaluación de la Oficina de Atención a las Víctimas del Terrorismo del Ministerio de Interior rechazaran su condición de víctima o incluso  que pusieran en duda que hubiera viajado en los trenes aquel 11 de marzo, y que este dictamen cambió cuando J-70, dos semanas después del último rechazo, se presentó en la Audiencia Nacional para decir que podía reconocer a Zougam. Y así lo hizo, fotográficamente una vez (omitida en el relato de El Mundo) y dos más en ruedas de reconocimiento, aparte la del juicio. Lo cual significa que J-70 es una embustera que solo pretendía obtener unos beneficios dinerarios y burocráticos —permiso de residencia o nacionalidad— que en justicia no le correspondían.

Perversa conexión establece el periódico, no menos que indemostrable. Es la típica falacia post hoc ergo propter hoc, i.e., después de esto, por lo tanto a consecuencia de esto, mas no resulta especialmente complicado destruirla. J-70, de la que dolosamente se dice que pasó de falsa víctima a testigo de cargo —será más bien de víctima no reconocida a testigo de cargo—, ya se presentó para ser reconocida como víctima el 17 de marzo de 2004, una semana después de los atentados, y volvió en julio, y en agosto, y en septiembre, y en octubre, y en noviembre de 2004, y luego en enero y febrero de 2005, siempre papeleos, exámenes y recursos, hasta que acudió a la Asociación 11M Afectados del Terrorismo —llamada despectivamente «la asociación de Pilar Manjón»— a pedir ayuda y terminó en la Audiencia Nacional. Esta sucesión de hechos no revela precisamente ninguna jugarreta policial de manipulación de testigos: muestra a una persona pobre, extranjera y desesperada que quiere que se le reconozca su sufrimiento y sus daños.

Pero, naturalmente, como es sabido que El Mundo y Libertad Digital siempre están con las víctimas —todo por ellas, memoria, dignidad y justicia, bla bla bla—, su lectura es que J-70 es una falsaria, una gorrona y una vendida. O sea, lo de siempre: unos somos más víctimas que otros y viceversa. Aunque la verdad es que el caso de J-70 no es ni mucho menos único, lo que complica bastante el porvenir de la falacia: compárense las cifras entre esta noticia de 2005 y esta otra de 2011. Entre medias hay papeleos, exámenes y recursos. ¿Significa que todas esas víctimas reconocidas entre 2005 y 2011 son también falsas víctimas o la condición para serlo consiste en identificar a Zougam? ¿Habremos tenido tanta suerte que, entre mil y pico víctimas sobrevenidas, hayamos ido a dar con la única que quiere estafarnos?

Para que no decaiga el espíritu de la afición, que no falte la enésima inshidia:

Los técnicos del Ministerio la examinaron dos veces y ni siquiera la creyeron cuando dijo que viajaba en los trenes. Ese dato se ocultó después al sumario [sic] y la defensa no lo conocía cuando la testigo protegido declaró en la vista oral.

Mmm, parece que no es cierto. Recordemos las palabras de José María de Pablo citadas ayer:

Estas personas [las testigos rumanas que identificaron a Zougam] han cobrado lo mismo que otras víctimas que tenían sus mismas lesiones. No puedo dar la identidad de estas personas porque son testigos protegidos pero yo evidentemente he visto sus piezas de lesionado, he visto los informes forenses, las lesiones que tienen y víctimas con las mismas lesiones tienen la misma indemnización.

A José María de Pablo no se le ocultó la situación de las víctimas. Según él, tantas veces elogiado en El Mundo, J-70 y C-65 eran indistinguibles de otras víctimas. De hecho no se le ocultó a nadie, pues las partes recibieron idéntico paquete documental donde constaba la fecha y las circunstancias del reconocimiento del estatus de víctima, y bastaba con interesarse por la tardanza de la Oficina de Ayuda a las Víctimas del Terrorismo de Interior. Lo cual, como acertadamente precisa Isocrates, significa que

…el problema es que no hay nada nuevo en todo el refrito de El Mundo. De hecho, lo que ha dejado en evidencia de forma más clara es la penosa actuación del abogado de Zougam durante el juicio. Desde que tuvo a su disposición el expediente de cada uno de los testigos que habían identificado a su cliente, la forma de encontrar pruebas que pudiesen poner en duda esa identificación debió haber sido su mayor prioridad. Sabiendo que a una testigo se le había rechazado administrativamente la indemnización, debió haber solicitado ese expediente y haber llamado a declarar a quienes lo habían hecho para que explicasen al tribunal los motivos de esa decisión. Por ejemplo. Al parecer, tenía otras cosas en las que pensar. Lamentable, pero me temo que bastante más culpa de El Mundo que del Ministerio del Interior. Ahora ya no hay nada que hacer con esa información. Está en los autos, y las partes y el Tribunal la conocían, el momento para intentar realizarla y hacerla parecer relevante ya ha pasado.

(Actualizado, viernes 10:48 horas: Interesantísima revelación de José María de Pablo a César Vidal, en la tertulia que este dirigía en la COPE, en octubre de 2007, respecto del papel de la Fiscalía y del juez instructor en el reconocimiento de las víctimas, y con Luis del Pino de cuerpo presente. Gracias, Rasmo, impagable.)

Otro punto que intriga (eufemismo) a García-Abadillo y Manso Madrid es que durante esos 11 meses que la tuvieron bailando de aquí para allá, J-70 nunca indicara que podía identificar a Zougam en uno de los trenes. Según parece, la han localizado y le han preguntado la razón. Su respuesta es idéntica a la de R-10 para no venir a declarar: miedo. A nuestros sabuesos no les place, pero tampoco se les ocurre consultar el interrogatorio a que fue sometida en el macrojuicio: la policía en ningún momento se lo preguntó. Y tampoco es que Gómez Bermúdez impidiera en dos ocasiones que lo aclarara, como se asegura en una noticia de acompañamiento; lo que no permitió Su Señoría fueron preguntas impertinentes que los abogados de la defensa no procedieron a formular luego de modo correcto y sin intolerables presunciones. En lo tocante a este extremo, el Supremo también se mostró contundente:

En lo que se refiere a la testigo J-70, es cierto que la tardanza en comparecer a declarar, sin que su existencia se hubiera puesto de manifiesto por la otra testigo cuando, según declaran, viajaban juntas, puede introducir ciertas dudas acerca de las razones de su pasividad inicial y de su presencia y actividad testifical posterior. Es forzoso reconocer que puede responder a razones perfectamente comprensibles.

Pero, en cualquier caso, se trata de aspectos que pudieron haber sido objeto del interrogatorio en el plenario, con la finalidad de establecer en el mayor grado posible la fiabilidad del testimonio, especialmente por quien lo pone en duda, sin que la omisión de esa forma de proceder autorice a concluir la falta de credibilidad de las testigos. Dicho de otra forma, para concluir que la conducta de la testigo no admite explicación razonable, es preciso, siendo posible, habérsela requerido, y que la que aporta no pueda admitirse desde perspectivas de racionalidad.

Pero volvamos al propósito de estas observaciones: ¿qué añade de incriminador contra J-70 que durante 11 meses la tuvieran de recurso en recurso? En cuatro palabras, n a d a. Y tampoco es algo que quepa atribuir a una mafia policial, ya que su reconocimiento como víctima procedió del juzgado de instrucción (oh, la conspiración se amplía) y no se puso nunca más en cuestión. Bueno, hasta ahora, cuando se nos descubre que Jamal Zougam «fue condenado a pasar 40 años de su vida en una celda de aislamiento bajo la única prueba de cargo, según admite el Supremo, del testimonio de dos personas que aseguran haberle visto con una mochila en el tren de Santa Eugenia». Cosas de García-Abadillo, siempre tan descuidado. Ni fue condenado a una celda de aislamiento para 40 años —la abandonará si confiesa sus crímenes— ni el Supremo dice que sea la única prueba. Así que…

en cuanto a la testigo J-70, que viajaba en el mismo tren, en el recurso se señala que en su declaración introduce el dato de que viajaba junto con la anterior testigo; que es su amiga, cuando la testigo C-65 nunca contó que iba con otra persona; que tarda más de un año en comparecer ante la Oficina de Apoyo a las Víctimas y ante el Juzgado para manifestar que podría reconocer, trece meses después del atentado, al terrorista sospechoso; que no solamente tarda más de un año en acudir ante la autoridad para manifestar que puede reconocer al sospechoso sino que, en su declaración, completa aquello que su amiga la testigo C-65 había omitido; que destaca como rasgo o dato llamativo del sospechoso «que llevaba gafas y una gorra», mientras que su amiga nunca declaró que llevase gafas y nunca dijo que llevase gorro; además de que hubo contradicciones entre sus propias declaraciones, en cuanto a que en fase de instrucción sostuvo que la mochila que portaba el sospechoso era grande y de color oscuro, mientras que en el acto de la vista afirmó que era azul claro.

El recurrente ataca la credibilidad de las dos testigos, ya que pone de manifiesto las posibles incongruencias existentes en sus propias declaraciones y las contradicciones entre las declaraciones que prestaron ambas. Esta Sala tiene reiteradamente señalado que la valoración de la prueba testifical depende en una gran medida de la percepción directa, de forma que la determinación de la credibilidad que corresponde otorgar a cada testigo es tarea atribuida al Tribunal de instancia, en virtud de la inmediación, sin que su criterio pueda ser sustituido en casación, salvo los casos excepcionales en los que se aporten datos o elementos de hecho no tenidos en cuenta por aquel Tribunal que puedan poner de relieve una valoración arbitraria o manifiestamente errónea. Es decir, que son ajenos al objeto de la casación aquellos aspectos del juicio que dependen sustancialmente de la inmediación, o sea de la percepción directa de las declaraciones prestadas en presencia del Tribunal de instancia. En este sentido se ha señalado repetidamente que la cuestión de la credibilidad de los testigos, en principio, queda fuera de las posibilidades de revisión en el marco del recurso de casación.

C-65 la fabuladora

El lenguaje tendencioso y las presunciones intolerables dominan el relato en torno a la tercera testigo protegida y víctima, C-65. Los periodistas en ningún momento se ponen de su parte, in dubio pro malosos, acaso porque ella es la que fue contratada por un amigo de un amigo de Rubalcaba. Por  todo ello, es justamente donde más entretienen García-Abadillo y Manso Madrid con pormenores que no constan en el Sumario y que carecen de relevancia jurídica. Pero, ah, son ese tipo de pormenores los que más emocionan a la entregada afición, a la que continuamente se quiere hacer creer —no sé si por ignorancia de los autores o por supina incompetencia de lo procesal— que las identificaciones de sospechosos tienen que ser inamovibles hasta la última pestaña, que lo que uno declara el día 1 tiene que ser milimétricamente reproducido el día 101. Quienes hemos pasado por la experiencia —en el lado de los buenos, nadie se alarme— sabemos que al testigo se le hacen unas preguntas u otras, se le suscitan dudas y, en cristiano, se le tocan los huevos a fin de espantar a los claramente inseguros (y posiblemente fraudulentos).

Así que para desacreditar a C-65 hay que recurrir a lo fantasmagórico y razonar luego de aquella manera (enfatizo con negritas):

Aunque no consta en el sumario, la primera vez que C-65 acudió a declarar fue en el consulado de Rumanía en Madrid, el día 1 de abril de 2004, según confirmaron fuentes de la investigación a EL MUNDO. Lo hizo acompañada por otra mujer, también de nacionalidad rumana. Ambas dijeron que el 11-M viajaban juntas en el mismo vagón y que sospecharon de una persona que llevaba una mochila y que había tenido un incidente con otro pasajero al pasar por la puerta interior de un vagón a otro. Y a ambas se les enseñaron fotos por separado e identificaron a Zougam.

Pues bien, en ningún sitio figura que esa segunda testigo, que no es la misma que luego compareció en el juicio, declarase ante la Policía, ni ante el juez. Sencillamente, se esfumó. Todo hace pensar que se trata de una falsa víctima que se apuntó a ratificar el testimonio de C-65 para lograr la indemnización y la regularización de su situación.

Sí, es lo que hacen las falsas víctimas, esfumarse, como ha quedado ilustrado con el caso precedente de J-70, que no dio más la tabarra porque era metafísicamente imposible. Pero la casa nunca pierde: si desapareces eres falsa víctima; si atosigas, eres falsa víctima también. Tampoco explican García-Abadillo y Manso Madrid por qué califican como falsa víctima a alguien que luego no ha tratado de aprovecharse de la situación. Más parece una falsa falsa víctima, pero lo que importa es lo que he  señalado antes: en ningún momento dan por sentada la buena fe de C-65, a la que marcan como tramposa desde el principio hasta el final. No parece una aproximación sensata a la cuestión, sobre todo porque las versiones que puedan contarse ajenas al sagrado recinto que montaron en la Casa de Campo forman parte «de una declaración policial y no de la declaración de la testigo en el acto del juicio. Es la declaración ante tal órgano y en tal acto la que alcanza el carácter de medio de prueba» (TS, p.598).

Dejemos aquí el caso de C-65. Caeríamos en repeticiones, aunque si es menester, en comentarios, se pueden mirar aspectos no abordados.

Revisar la condena

Los abogados de Zougam, que puede que no hayan sido ajenos a la confección y publicación de esta saga de El Mundo —costumbre de la casa—, anuncian una curiosa querella, inaudita en tanto que dejan fuera de ella a R-10, que ya no es el testigo clave. Se centran, dicen, en que tanto J-70 como C-65 («las dos testigos principales») mintieron, como han confirmado las informaciones de El Mundo (!). Así que, para poder concebir la remota posibilidad de una revisión de condena de Zougam, primero tienen que conseguir que un tribunal ordinario condene por falso testimonio a J-70 y C-65. A tal objeto se proponen demostrar que «existía un motivo económico y para obtener beneficios, en cuanto a permisos de residencia y de trabajo en nuestro país» por parte de las dos testigos y víctimas del terrorismo rumanas. No es sencillo probar el perjurio. Nada sencillo. Prácticamente imposible en este caso, a poco que el abogado de las interfectas sepa cuál de todos es el dedo gordo. Porque se trata de un juicio de intenciones.

Y ahora llega el momento de satisfacer a todos aquellos que hayan soportado entre gruñidos la rutinaria repetición de la coletilla «y víctimas del terrorismo» cada vez que me he referido a las testigos protegidas. Lo he hecho porque, sí, las dos cosas van inextricablemente ligadas. La sentencia de la AN establece como hecho probado —y el Supremo no lo modifica— que Zougam viajó en el tren número 21713, y lo establece así gracias al testimonio de J-70 y C-65, lo que implica indefectiblemente que ellas, que le identifican «sin fisuras y sin ningún género de duda», estuvieron también en ese tren. En consecuencia, además de la cosa probada, resulta de todo punto imposible poder demostrar que las lesiones que les fueren reconocidas —a la primera o la trigésimo séptima— no tienen causa en dicha circunstancia, y que por demás llevaría implícito a su vez cierto grado de negligencia o de corrupción por parte del organismo correspondiente.

Y vuelta a empezar: si son legítimas víctimas de los atentados, ¿cómo va a poder nadie demostrar que «fingen» reconocer a Zougam para sacarse unas perras y obtener residencia o nacionalidad si las perras las obtienen precisamente por el estatus de víctimas y no por la identificación del sospechoso? El planteamiento de los abogados cae por su base. Por tanto, lo que han de tratar de demostrar es que ni J-70 ni C-65 se encontraban en los trenes.

El día de la marmota recontado por la marmota

Al final hemos cumplido todos: Rosa Díez diciendo lo que no tenía que decir; González Pons diciendo lo que no quería decir; el sector conspiranoico urdiendo lo que otros muchos deben repetir; y en HL y Desiertos Lejanos de rebatidores impenitentes. Nos vemos dentro de un año con la próxima cosa igual de consistente que se le ocurra sacar al rotativo.

Y Arcadi en esa casa tan contrafactual, Dios mío.

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