Titadyn, el eterno retorno (XXVIII) por Rasmo

Titadyn, el eterno retorno (XXVIII) por Rasmo

 

2) “Titadyn con cordón detonante”

Acabamos de examinar las circunstancias en las que se produjeron los primeros análisis de los focos de explosión. Y habíamos referido en su momento la importancia que algunos comentaristas (ignorando o tergiversando datos elementales) atribuían a dichos análisis, cuyos imaginarios resultados (a partir de la alusión a la nitroglicerina por parte de Sánchez Manzano en la Comisión del 11-M) ligaban además al asunto de la mención del Titadyn (la marca de dinamita habitualmente utilizada por ETA) en una reunión de la cúpula policial celebrada el mismo día de la matanza.

Llega ahora, pues, el momento de abordar ese otro aspecto fundamental de la narrativa contenida en lo que he denominado “texto de referencia” del prólogo de “Titadyn” (véase la entrega XXIV). Me refiero, claro está, al incidente de la comunicación según la cual el explosivo empleado en los trenes era “Titadyn con cordón detonante”.

Como he dicho, se trata de un elemento que se ha pretendido asociar de forma más o menos explícita (pero espuria, como demostraré) a los análisis de los focos de explosión. Para ilustrar lo anterior, pueden recordarse aquí nuevamente algunas de las citas que incluí en la entrega XXII.

Así, el tantas veces mencionado artículo de García Abadillo de 11 de julio de 2006, que inició la escandalera mediática sobre la nitroglicerina y la supuesta diferencia entre el explosivo “realmente” usado en los trenes y la Goma 2 ECO que tenían los islamistas, establecía la oportuna conexión:

Es decir, que tenía toda la lógica pensar que, si en los análisis de los focos de las explosiones los Tedax habían detectado la existencia de nitroglicerina, dedujeran inmediatamente que se trataba de Titadyn-50 [sic]. Es decir, en la tesis de ETA como autora de los atentados.

Reflexión que repetía dos semanas más tarde (EM, 25.7.2006):

Si, en efecto, se habían encontrado restos de nitroglicerina, era lógico pensar que el explosivo fuera el Titadyn que ETA había utilizado ya en decenas de atentados […].

Los editoriales de El Mundo de 11.7.2006, de 19.7.2006 y de 21.7.2006, subrayaban igualmente la importancia del episodio del “Titadyn con cordón detonante” en ese contexto de las suposiciones acerca de los análisis de los Tedax.

También en la Tertulia de la Cope del mismo día 11 de julio de 2006, el director de El Mundo llamaba la atención sobre la gran exclusiva de su periódico ante un Jiménez Losantos entregado que a su vez hacía aportaciones como la siguiente:

Acebes, cuando sale [el 11 de marzo], no es que se lance a la piscina, es que él tiene el informe que dice ‘hay nitroglicerina, luego es Titadyne 50 [sic], que es lo que acaba de robar la ETA [4:25]. […] ¿Por qué el Gobierno se empecina en lo de la ETA, está convencido que es lo de la ETA? Hombre, porque tiene el análisis de los expertos, que le pasan al Ministro del Interior [17:36].

Nada de ello es cierto.

El malentendido del Titadyn se produjo en una reunión de la cúpula policial celebrada al mediodía del 11 de marzo de 2004 en la sede del Ministerio del Interior, bajo la presidencia del entonces Secretario de Estado del ramo, Ignacio Astarloa. Dicha reunión se detalla en el “texto de referencia” de García Abadillo y su núcleo esencial se describe así (p. 23 de “Titadyn”):

Sin embargo, poco antes de que concluyera la reunión, sobre las dos de la tarde, Díaz Pintado recibió una llamada del comisario de Seguridad Ciudadana, Santiago Cuadro Jaén, en la que éste le informó de que, según los Tedax, el tipo de explosivo utilizado por los terroristas era «Titadyn con cordón detonante». Díaz Pintado se lo comunicó a los allí presentes. El subdirector de la Policía y De la Morena apuntaron este dato crucial en un papel. Decir Titadyn era como afirmar que la autoría era de ETA. […]

Cabe señalar que, a lo largo de los años, García Abadillo ha relatado este incidente y sus elementos conexos en múltiples ocasiones, lo que ha dado lugar a versiones divergentes en aspectos irrelevantes en la mayoría de los casos, pero, alguna vez, de gran trascendencia para nuestro análisis, como espero mostrar.

Una de esas divergencias sin la menor importancia se da en la mera relación de los participantes en el encuentro.

Así, en el prólogo de “Titadyn”, el Vicedirector de El Mundo incluye entre los asistentes, sin matización alguna, a Miguel Ángel Fernández Rancaño (Jefe superior de Policía de Madrid). Sin embargo, casi cinco años antes, en su libro “11-M. La Venganza” (p. 39), el propio García Abadillo, refiriéndose al mismo episodio, había precisado:

[Sobre la autoría de ETA] probablemente el más escéptico era Rancaño, pero apenas si estuvo presente en la reunión unos minutos porque enseguida tuvo que marcharse para supervisar el trabajo de sus hombres […].

Ya he dicho que es un punto intrascendente, pero este mismo caso nos permite ilustrar un problema añadido. En efecto, a la multiplicidad de versiones periodísticas se une la pluralidad de versiones testificales, pues todos los que intervinieron en el incidente declararon ante la Comisión del 11-M y varios de ellos también en el juicio del 11-M.

De esto modo, el que fuera Comisario General de Información de la Policía, Jesús de la Morena, en su comparecencia ante la Comisión de investigación (7.7.2004, p. 79) señaló:

Nos convocan en el Ministerio del Interior, concretamente en la Secretaría de Estado de Seguridad, creo que a las 12:00 horas de la mañana y allí asistimos a una reunión con el secretario de Estado, los directores de Policía y Guardia Civil, los subdirectores, los responsables de información y creo que también estaba el jefe superior de Policía de Madrid [Fernández Rancaño], aunque no lo puedo asegurar.

El mismo De la Morena, en el juicio del 11-M (sesión de 11.4.2007), declaró al respecto:

[L]o que no recuerdo es si el Jefe Superior [Fernández Rancaño] estuvo… Creo que estuvo un poco, pero se fue antes de finalizar.

El Director General de la Guardia Civil, Santiago López Valdivielso, en la Comisión del 11-M (20.7.2004, p. 108) expuso asimismo:

Durante un rato estuvo también el señor Fernández Rancaño, jefe superior de Madrid, en cuya demarcación directa se había producido el atentado.

Por su parte, el Secretario de Estado de Interior, Ignacio Astarloa, que presidió la reunión, rememoró lo siguiente en la Comisión del 11-M (18.11.2004, p. 8):

A esa reunión asisten los dos directores generales, los dos subdirectores generales, los jefes de información (señor De la Morena y el señor Varela), y muy al principio también el jefe superior de Madrid [Fernández Rancaño], […] pero que, si no recuerdo mal, queda liberado inmediatamente.

Sin embargo, el propio Fernández Rancaño, en su comparecencia ante la Comisión de investigación (8.7.2004), señaló reiteradamente:

A la reunión de las 12 de la mañana sobre coordinación operativa e informativa no asistí, no fui convocado [p. 24]. […] [Y]o en la reunión operativa de las doce no estuve, no asistí [p. 25]. […] [E]so surge en la reunión de las 12.00 horas del día 11 y yo no estaba allí [p. 27]. Efectivamente yo no asistí, pero tampoco recibí ninguna especie de conclusión, resumen, instrucción u orientación sobre el contenido de esa reunión [pp. 29-30].

No parece que sea lo mismo participar en una reunión como cualquier otro de los asistentes (versión de García Abadillo de 2009), que marcharse después de muy poco tiempo (según el mismo García Abadillo en 2004, De la Morena en el juicio y López Valdivielso en la Comisión) o incluso “inmediatamente” (versión de Astarloa), o no asistir en absoluto (versión del propio interesado).

Tenemos otro ejemplo parecido con otra reunión (o más bien reuniones) en la tarde de ese mismo día 11 de marzo de 2004. Sin necesidad de anticipar ahora demasiados detalles, así es como Díaz Pintado narró en su comparecencia ante la Comisión del 11-M (8.7.2004) la manera en que, según recordaba, se había producido la posterior rectificación de la noticia conforme a la cual el explosivo de los trenes era “Titadyn con cordón detonante”:

[P. 49] [Sobre las 17 horas del 11 de marzo] Tenemos una reunión en la Dirección General, a la que asiste el jefe superior [Fernández Rancaño], el comisario general de Seguridad Ciudadana [Cuadro Jaén], el subdirector del Gabinete Técnico [Gabriel Fuentes], el director [Díaz de Mera] y yo, previa a la que vamos a tener en el ministerio y el comisario general de Información [De la Morena] llega un poco más tarde. Luego nos vamos [al ministerio] el director [Díaz de Mera], el comisario general de Información [De la Morena] y yo […]. Le estaba explicando [p. 50] que sobre las 17:00 horas hay una reunión en la dirección […]. Ahí es donde [Cuadro Jaén] dice […] que ha habido una confusión y que se trata de dinamita, genéricamente. [p. 53] [E]so es lo que luego se traslada al ministro […] En la reunión de las 18 horas y pico [en el ministerio].

García Abadillo recoge esta misma versión en la página 50 de su libro “11-M. La Venganza”.  Una versión según la cual Díaz de Mera recibe de primera mano la rectificación sobre el explosivo en una reunión hacia las cinco de la tarde y según la cual Díaz de Mera acude también una hora más tarde a otra reunión en el ministerio para dar cuenta de las novedades.

Sin embargo, el propio Díaz de Mera, en relación con el primer punto, precisó en su declaración en el juicio del 11-M (28.3.2004):

Yo sé que esta noticia genera un disgusto y una controversia entre el Subdirector General Operativo [Díaz Pintado] y el Comisario General de Seguridad Ciudadana [Cuadro Jaén], pero esto no lo vivo en directo, sino que se me cuenta, ¿no?

Y, en cuanto al segundo aspecto (la reunión con el Gobierno), ya en su comparecencia ante la Comisión del 11-M (22.7.2004, p. 48), Díaz de Mera objetó:

Yo no digo que no se haya producido, que no sea cierto lo que dice el señor Díaz-Pintado; lo que digo es que el señor Díaz-Pintado […] no tiene claro […] que se produjera conmigo o en mi presencia tal reunión. […] Yo nunca he asistido a esa reunión, señoría; nunca.

Oh, desastre. ¿Quién miente? ¡Alguien tiene que estar mintiendo! ¿Qué quieren ocultarnos?” Supongo que este sería el tipo de reacciones simplistas a las que nos tienen acostumbrados algunos buscadores de conspiraciones, pero que denotan poca finura intelectual y escasa experiencia en la indagación de hechos.

Personalmente, no creo que nadie mienta y, en los casos referidos (que, insisto, considero poco relevantes), no parece muy difícil elaborar interpretaciones que concilien los distintos testimonios de manera más o menos razonable (de hecho, en el juicio, Díaz Pintado varió su declaración frente a lo manifestado por él mismo en la Comisión de investigación, de modo que ya no afirmó la presencia de Díaz de Mera en las reuniones vespertinas del 11 de marzo). Si me detengo en estas consideraciones nimias es para ilustrar lo sencillo que resulta sacar punta a ciertos detalles cuando se está suficientemente motivado. En este sentido, cabe recordar que algunos estrambóticos “enigmas” se han elaborado sobre la base de algunas discrepancias en la forma de describir el color de un coche.

En cierta ocasión, Manel Gozalbo describió de forma magistral la actividad de los autoproclamados “pocos medios que hemos investigado el 11-M”:

Cualquiera que les haya prestado atención durante más de cinco minutos sabe que su investigación ha consistido, en un 99% de los casos y un 99% del tiempo, en un vulgar comentario de texto. Cogieron en su día la parte accesible del sumario, las actas de la comisión parlamentaria de investigación o cualesquiera otros documentos, y se pusieron dale que te pego a revisar su contenido en busca de errores, contradicciones y demás anomalías tras las que pudiera adivinarse la verdad.

Pero el comentario de texto es una tarea peliaguda. En realidad, cualquier labor hermenéutica lo es. La multiplicidad de fuentes, sus incongruencias y contradicciones, son elementos comunes a gran números de actividades, ya sean académicas o de investigación en su sentido más genérico. Para lidiar con esas dificultades, algunas disciplinas (de tanta solera como la crítica textual de la Biblia, por ejemplo, pero no hace falta ponerse pedante) han desarrollado criterios que, en última instancia se basan en elementales nociones de sentido común y, en el ámbito jurídico, suelen resumirse con invocaciones a las reglas de “la lógica y la experiencia” (como hace repetidamente la sentencia de Gómez Bermúdez) en la valoración de la prueba y la determinación de los hechos. En momentos posteriores haré explícitos algunos de mis propios criterios a la hora de pronunciarme sobre determinadas divergencias de cierta relevancia.

En cualquier caso, ese comentario de texto es una práctica en la que García Abadillo no demuestra grandes dotes, lo cual no deja de ser decepcionante para alguien que presume de periodismo de investigación. Ya sea por incapacidad o por una actitud inapropiada (la deshonestidad intelectual no es buena guía), el vicedirector de El Mundo desarrolla una labor oportunista en la que la variedad en las fuentes se toma como una libertad de opción. Es lo que en inglés se denomina “cherry picking” y que consiste en picotear aquí y allí selectivamente destacando sólo aquello que nos interesa.

En todo sumario con decenas de miles de folios y centenares de declaraciones es posible encontrar sustento para casi cualquier cosa si uno pone el empeño suficiente (peor aún si lo que se pone es la inventiva descarada). De este modo, cuando García Abadillo (como tantos otros) no está ocupado reescribiendo la historia, acoge sistemáticamente los supuestos datos y hechos que más se adecuan a su propio interés, con un muy rudimentario (en el mejor de los casos) o inexistente (la mayoría de las veces) examen de verosimilitud. Ya lo hemos visto en ocasiones anteriores y volveremos a verlo en lo sucesivo.

Sea como fuere, y para ir centrando el objeto de nuestra discusión, relaciono seguidamente las fuentes testificales que permiten reconstruir cumplidamente el episodio de la famosa reunión de la cúpula policial. Refiero las personas implicadas, señalando los cargos que ocupaban en el momento de los hechos. Empiezo por los asistentes a la reunión (con la adición, dudosa, de Fernández Rancaño) y las fechas de sus declaraciones en la Comisión de Investigación y, en su caso, en el juicio ante la Audiencia Nacional:

– Secretario de Estado de Interior, Ignacio Astarloa (Comisión, 18.11.2004).

– Director General de la Policía, Agustín Díaz de Mera (Comisión, 22.7.2004; juicio, 28.3.2007).

– Director General de la Guardia Civil, Santiago López Valdivielso (Comisión, 20.7.2004).

– Subdirector General Operativo de la Policía, Pedro Díaz Pintado (Comisión, 8.7.2004; juicio, 11.4.2007).

– Subdirector de Operaciones de la Guardia Civil, Vicente Faustino Pellicer (Comisión, 20.7.2004).

– Comisario General de Información de la Policía, Jesús de la Morena (Comisión, 7.7.2004; juicio, 11.4.2007).

– Jefe de Información de la Guardia Civil, José Manuel García Varela (Comisión, 20.7.2004).

– Jefe Superior de Policía de Madrid, Miguel Ángel Fernández Rancaño (Comisión, 8.7.2004).

– Cabe añadir al Comisario General de Seguridad Ciudadana, Santiago Cuadro Jaén (Comisión, 14.7.2004; juicio, 18.4.2007). Aunque no participó físicamente en la reunión, de él partió la comunicación telefónica con Díaz Pintado objeto de controversia.

– Como receptor último de toda la información (si exceptuamos al presidente del Gobierno), pueden considerarse también las declaraciones del Ministro del Interior, Ángel Acebes (Comisión, 28.7.2004).

En líneas generales, lo que se deduce con certeza de las anteriores fuentes (y otras complementarias) es que la reunión comenzó al mediodía. En un momento dado, el Subdirector General Operativo de la Policía (Díaz Pintado) llama por teléfono al Comisario General de Seguridad Ciudadana (Cuadro Jaén), del que entonces dependían los Tedax, para preguntarle acerca del tipo de explosivo empleado en los trenes. Cuadro Jaén no puede informarle inmediatamente, pero devuelve la llamada a Díaz Pintado más tarde con una primera valoración al respecto. La reunión termina poco después.

Sobre lo anterior no parece haber duda alguna, pero a la hora de fijar el contenido concreto de la información transmitida, así como otros detalles, surgen las disputas. Básicamente, Cuadro Jaén dice haber comunicado una cosa y Díaz Pintado dice haber escuchado otra distinta. Dejemos hablar a los protagonistas. Podrían escogerse multitud de referencias, pero la siguiente cita condensa perfectamente la versión de Díaz Pintado (Comisión, p. 44):

El secretario de Estado [Astarloa] pregunta que si sabemos algo del explosivo. No teníamos ningún dato, ni fiable ni no fiable, y entonces le digo que si le parece llamo a nuestra cadena de mando, al responsable del área, pero no al de los TEDAX. Hablo con el comisario general de Seguridad Ciudadana, don Santiago Cuadro, y le digo que si sabe algo del explosivo. Me contesta con cierta acritud, dentro de la buena armonía y relación que tenemos, un poco molesto diciendo que no tengamos tanta prisa, que todas esas cosas a lo único que pueden conducir es a errores. Yo le dije que tenía razón. Entonces lo traslado así a los que estábamos reunidos en ese momento. Seguimos dando cada uno nuestra opinión y cuando está finalizando la reunión me llama el comisario general de Seguridad Ciudadana y me dice: es Titadyne con cordón detonante. Le pregunto: ¿seguro? Me dice: seguro. Corta la conversación y yo digo en voz alta a los que estábamos allí reunidos: me acaba de decir el comisario general de Seguridad Ciudadana que se trata de Titadyne con cordón detonante. Eso es todo. A continuación, finaliza esa reunión […].

La versión de Cuadro Jaén, sin embargo, es muy distinta. Valga por todas la siguiente referencia (Comisión, pp. 54, 57 y 60):

Entre las 12:00 y las 12:30 del mediodía recibo una […] llamada del subdirector operativo, señor Díaz-Pintado, y me pide que se informe urgentemente sobre el tipo de explosivo que se considera que integraba el artefacto. Mi respuesta en ese momento es que no se podía dar ninguna información fiable sobre el tipo de explosivo que había hecho aquella explosión y le insisto con toda firmeza en la necesidad de no ir muy deprisa porque tenemos experiencia de que normalmente las prisas nos pueden llevar a cometer algún error o a provocar errores. Entonces él me requiere para que, aunque sea sobre meros indicios, le informe una vez que recoja información. Y en cumplimiento de la orden del […] señor Díaz-Pintado, yo empiezo a hablar con los TEDAX […]. A la vista de [sus] consideraciones, que se derivan de las observaciones empíricas de los TEDAX en ese momento, yo lo que informo al subdirector operativo, sobre las 12:45, aproximadamente, es que aparecen indicios que hacen pensar que podríamos estar en presencia de un explosivo del tipo de la dinamita, posiblemente reforzado con cordón detonante. Esa es la única respuesta que yo estoy en condiciones de asumir como dada por mí al subdirector operativo en ese momento y teniendo en cuenta el requerimiento que se me hace a que le informe sobre este tema, después de haber hecho la advertencia previamente de que este tipo de informes, y en esas condiciones, podría dar lugar a errores. […] [p. 57] Si yo dije seguro, fue seguro no. Eso es así y lo digo de manera categórica. Yo no dije seguro sí; si dije la palabra seguro, fue seguro no. […] [p. 60] Si me piden la afirmación sobre la certeza de lo que yo afirmaba o no, dije: Seguro, no. […] Es decir, cuando me lo preguntan le digo al subdirector operativo, después […] de haber hablado con los TEDAX allí (vuelvo a repetir que todos se mueven por razonamientos empíricos, basados en su experiencia y en lo que han observado; podría ser una dinamita probablemente reforzada con cordón detonante, y esa es la respuesta que tengo que decir rotundamente que salió de mí), que hay posiblemente una dinamita con cordón detonante […].

Y a esto se reduce todo básicamente: la palabra de uno frente a la de otro, que ambos mantuvieron también en sus respectivas declaraciones en el juicio del 11-M. A este respecto, García Abadillo incurre en una notable falacia cuando escribe en el Prólogo de “Titadyn” (p. 24):

Cuadro Jaén declaró después ante el tribunal que él nunca había dicho que el explosivo fuera «Titadyn con cordón detonante». Pero tanto De la Morena como Díaz de Mera ratificaron la versión de Díaz Pintado.

Ocurre aquí como en el caso de la alusión a la nitroglicerina por parte de Acebes, según señalé en la entrega XXI. El ministro se limitaba a repetir lo declarado por Sánchez Manzano, pero la prensa conspirativa usaba las palabras de aquél como una confirmación de las de éste.

En el presente caso, únicamente Díaz Pintado y Cuadro Jaén participaron en la conversación telefónica, de modo que sólo ellos dos pudieron haber transmitido y escuchado (correcta o incorrectamente) la información de que se trata. Los demás asistentes a la reunión sólo pueden constatar lo que Díaz Pintado les dijo que a él le había comunicado Cuadro Jaén, pero no oyeron personalmente a este último.

Como subrayó el propio Cuadro Jaén en la Comisión del 11-M (p. 28):

[S]e lo transmití, única y exclusivamente, al subdirector general operativo [Díaz Pintado], por teléfono, y todos los demás que puedan hablar en ese momento hablan por meras conjeturas, de que dice, de que no dice, de que pude decir, pero, en cualquier caso, eso queda entre el subdirector general operativo y yo. Vuelvo a repetir que él interpreta lo que cree que yo dije en ese momento y yo digo lo que recuerdo que dije en ese momento y de esto no hay nada más.

Por eso, da igual que en la sala hubiera otros dos, doscientos o dos mil “testigos” más. Lo que debería resultar evidente para cualquiera (una fuente sólo puede “ratificar” otra si ambas son independientes entre sí) parece escapar al entendimiento de este gran periodista de investigación.

El vicedirector de El Mundo añade otro pequeño detalle como refuerzo de su narrativa que tampoco escapa al error. Es una fruslería, pero demuestra que García Abadillo no da una y es buen ejemplo del “rigor” con el que trabaja. Recuérdese que dicho autor nos cuenta en la página 23 de “Titadyn”, refiriéndose a la supuesta comunicación de “Titadyn con cordón detonante”, que:

El subdirector de la Policía [Díaz Pintado] y De la Morena apuntaron este dato crucial en un papel.

Pues bien, parece que el coautor de “Titadyn” se equivoca en uno de los citados. Porque, en efecto, Díaz Pintado declaró en el juicio del 11-M:

Es más, yo anoté Titadyne con cordón detonante en un folio, porque era la costumbre que tenía en aquella época, para poder transmitir la información que recibía, ir anotando las palabras más importantes […].

Pero añadió:

[…] y el Subdirector de la Guardia Civil [Faustino Pellicer] me dijo que también lo había anotado.

El mismo Faustino Pellicer lo indicó así en la Comisión de Investigación (p. 90 de su declarción):

En esa reunión, lo que definió la línea de investigación fue la noticia de que el explosivo era Titadyne e, incluso, creo que hice una anotación en la que puse el signo más, más cordón detonante.

En cambio, De la Morena, contrariamente a lo que le atribuye García Abadillo en su prólogo, no afirmó en ningún momento nada semejante, ni en la Comisión ni en el juicio. Repito que es una nadería intrascendente, salvo porque constituye un caso más entre la multitud de inexactitudes que jalonan la exposición del referido comentarista.

Volviendo al asunto principal, es decir, la discrepancia radical entre lo manifestado por Cuadro Jaén y por Díaz Pintado, en otro momento daré mi propia opinión (si es que a alguien pudiera importarle) sobre cuál es la versión que considero más fiable. Pero hay un dato fundamental que ha pasado desapercibido y que, sin necesidad de más consideraciones, resulta por sí solo demoledor para la narración pergeñada por García Abadillo desde las páginas de El Mundo y recogida en lo esencial en lo que he denominado “texto de referencia”.

Se trata de algo tan simple como la hora a la que se produjo esa famosa comunicación telefónica sobre el tipo de explosivo.

(Continuará)

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