Titadyn, el eterno retorno (XXV) por Rasmo

Titadyn, el eterno retorno (XXV)

Estábamos comentando la afirmación de Casimiro G. Abadillo según la cual lo primero que “casi todos” pensamos el día de la masacre fue que era obra de islamistas. Me propuse confrontar dicha aseveración con los datos extraídos de las fonotecas de la Cope y la SER del mismo día 11 de marzo de 2004. Acabábamos de ver cómo, desde los micrófonos de la primera cadena citada, Jiménez Losantos y el propio director de El Mundo no dudaban en atribuir inmediatamente la autoría a ETA. Además, partían de esa consideración para realizar una serie de valoraciones electoralistas que, a mi juicio, no se diferencian demasiado de las que ellos mismos achacan a la competencia.

Aclarado lo anterior, podemos proseguir nuestro análisis principal con la relación de personalidades que, en la cadena Cope, asumieron la autoría de ETA durante los primeras horas posteriores a la matanza y antes de que existiera análisis alguno de los focos de explosión por parte de los Tedax. Son los siguientes:

Rodríguez Zapatero; Rouco Varela (Arzobispo de Madrid; no alude a ETA por su nombre, pero se remite a la condena de la pastoral de 2002, que lleva por título: “Valoración moral del terrorismo en España, de sus causas y de sus consecuencias” y se refiere al terrorismo de ETA); Juan Antonio Martínez Camino (Portavoz de la Conferencia episcopal); Ibarretxe (se reproducen sus palabras); Loyola de Palacio, vicepresidenta de la Comisión Europea; Mariano Rajoy; Gaspar Llamazares; Ricardo Blázquez, obispo de Bilbao…

Y cabe añadir que, pasadas las 12:30, Maribel Sánchez informaba desde la Puerta del Sol de Madrid:

Sorprendentemente, sin que nadie los haya convocado, la Puerta del Sol está ahora mismo abarrotada [de gente gritando]: ‘asesinos, ETA NO’.

Cambiando ahora de emisora, más nutrido parece el número de personalidades de la cadena SER (pueden consultarse algunas transcripciones útiles aquí). El listado de quienes atribuyeron en las primeras horas la autoría a ETA en dicha cadena de radio (incluyendo tanto a quienes entraron en comunicación directa con la emisora como a aquellos cuyas palabras simplemente se reprodujeron o refirieron en ella) comprende los siguientes:

Iñaki Gabilondo; Rodríguez Zapatero; Javier Rojo (diputado autonómico vasco del PSE); Eduardo Zaplana (portavoz del Gobierno); Ibarretxe; Gaspar Llamazares; Patxi López; Josep Piqué (sin nombrarla por su nombre); Carod-Rovira; Rodrigo Rato (vicepresidente primero del Gobierno, sin nombrarla directamente); Artur Mas (presidente de CIU); Ana Palacio (ministra de Asuntos Exteriores); Ruiz Gallardón (Alcalde de Madrid); Luis Portero, (presidente de la AVT).

Así pues, tras consultar los registros contemporáneos de cadenas como la SER y la COPE, cabe concluir que, como sospechábamos, la primera apreciación de García Abadillo en el texto de referencia que venimos comentando (recuérdese: el relato contenido en el prólogo de “Titadyn” que se ha reproducido extensamente en la entrega anterior), según la cual casi todos pensamos en un primer momento que se trataba de terrorismo islamista, es de hecho inexacta.

Esta constatación, extremadamente fácil de realizar, deja en sí misma en muy mal lugar las dotes periodísticas del vicedirector de El Mundo. Alguien que no se entera de lo que para casi todos es obvio difícilmente puede reclamar para sí especial crédito como profesional de la información.

Pero quizá haya algo más que una gigantesca ineptitud. A este respecto, pueden aducirse algunos elementos interesantes a lo largo de la escala de impugnabilidad que perfilé en páginas anteriores. Vayamos de menos a más, empezando por lo casi irrelevante.

El Mundo, en su edición del País Vasco de 13 de marzo de 2004, incluía en particular un artículo (“Ibarretxe pide explicaciones 25 horas después”) cuyo primer párrafo indicaba lo siguiente:

[La] comparecencia [de Ibarretxe] ante los medios de comunicación, a las 9.30 horas, fue la primera de una larga jornada que se inició con la certeza de un atentado etarra y acabó con las dudas sobre la autoría de la masacre y la hipótesis de la participación de Al Qaeda.

¿De modo que la impresión inicial fue la certeza de un atentado etarra? Vaya, vaya.

En fin, entiendo que no pueda exigirse de un vicedirector que conozca y recuerde cada pieza publicada en las ediciones regionales de su diario. Podemos dejarlo pasar.

Sin embargo, diez días después del atentado, Lucía Méndez, la periodista que había telefoneado inmediatamente a Jiménez Losantos en la mañana de la matanza para dar cuenta de lo que veía desde su casa, firmaba junto a Cayetana Álvarez de Toledo y Fernando Garea un muy extenso artículo en El Mundo (21.3.2004, “una tragedia en cuatro actos”) en el que se indicaba:

11.05: complejo de La Moncloa. […] [Reunión del] gabinete de crisis. […] El ministro del Interior se incorpora cuando la reunión ha comenzado. Encima de la mesa se amontonan datos, informes, cifras, declaraciones y documentos de la Guardia Civil, el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) y la policía con una misma conclusión: ha sido ETA.

Ese mismo día 21 de marzo de 2004, El Mundo incluía un artículo de acerbo reproche a la actuación de la SER, que sentó las bases de una opinión recurrente entre determinados comentaristas. En lo que ahora nos concierne, se exponía la siguiente apreciación en la entradilla:

[…] Gabilondo comentó que «aparentemente» ETA estaba detrás de los atentados y ésa fue la tesis (la más obvia para todos los españoles) defendida en la emisora […] durante las primeras horas […].

Tampoco deberíamos pasar por alto un documento esencial. Me refiero nada menos que al artículo que podríamos denominar “acta fundacional” del conspiracionismo en este asunto: la primera entrega de Los agujeros negros del 11-M, de Fernando Múgica, publicada el 18 de abril de 2004 con el germen de casi todo lo que vendría después. En lo que ahora nos interesa, esto es lo que indicaba el Sr. Múgica:

En la mañana del 11 de marzo se produce un enorme desconcierto. Es importante la coordinación entre las Fuerzas de Seguridad y el Gobierno en funciones. Llegan las primeras noticias del atentado y con ellas los datos de que, al parecer, se han empleado teléfonos móviles para hacer estallar al menos 10 o 12 mochilas y bolsas en los trenes próximos a la estación de Atocha. Por los datos aportados anteriormente, todos piensan en ETA.

[Dicho sea de paso, el propio Fernando Múgica, muy recientemente (Esradio, sin complejos, 12.3.2011, min. 59 aprox.) rechazaba sin ambages la postura defendida por su antiguo colega:

Será un grupo incontrolado de ETA […].  Eso es lo primero que todos piensan. Y los que están en la lucha antiterrorista en Francia, de la Guardia Civil, todos piensan que es ETA, digan lo que digan ahora. Todos piensan que es ETA. Y el servicio de inteligencia oficial, el CNI, piensa que es ETA al noventa por ciento. Yo hablo con muchísimas fuentes, que como podéis comprender, después de tantos años, tengo; y todos me dicen: ‘Fernando, tírate a la piscina, es ETA. No sabemos muy bien cómo, pero es seguro que es ETA.’ Eso de que al principio todos creían que era, los policías, que creían que eran los musulmanes… pero, ¿de dónde? O sea, no. Había alguno, un coronel muy importante de la Guardia Civil […] que dijo ‘esto son los musulmanes radicales’, […] pero la gente de calle estaba convencida de que era ETA.

Como simple curiosidad: este periodista retirado estuvo sólo cuatro días antes en el estudio de VEO7 con el coautor de “Titadyn”.]

Se trata de artículos con la suficiente relevancia como para requerir cierta atención de un vicedirector, aunque él mismo no los haya escrito.

Pero el asunto se complica cuando acudimos a la edición (nacional) de El Mundo del 13 de marzo de 2004. Concretamente, examinemos su principal editorial del día. Como ya he señalado, los editoriales de un periódico reflejan la opinión oficial de éste, la postura institucional del medio ante el asunto que se comenta. Por si hubiera alguna duda, dicho texto lleva explícitamente por antetítulo: “El Mundo ante las elecciones del 14-M”. No creo que ese día su vicedirector (entonces denominado “director adjunto”) estuviera de vacaciones. ¿Y qué decía El Mundo? Entre otras cosas, lo siguiente:

Formaciones como el PNV, EA y ERC mantienen una ambigüedad hacia ETA y comparten sus objetivos. A nuestro juicio, no merecen el voto de los ciudadanos. Especialmente repudiable ha sido estos días la conducta de Carod-Rovira, líder de ERC, que con los cadáveres aún calientes insistía en el diálogo con la banda cuando todo el mundo daba por hecho que ETA era la responsable de la masacre de Madrid.

Me apresuro a puntualizar que esas declaraciones de Carod-Rovira se habían producido a las 11:14 de la mañana de los atentados (según la detallada cronología incluida en el voto particular del PP en la Comisión del 11-M). Es decir, antes de que nadie le dijera nada a ningún ministro sobre un hipotético Titadyn y cuando ni siquiera se habían trasladado las muestras de los focos de explosión al laboratorio de los Tedax. Y era entonces cuando, según la postura institucional sostenida por el diario de García Abadillo, “todo el mundo” daba por hecha la autoría de ETA. Significativo, ¿no?

Ese editorial, por cierto, aludía a una información que El Mundo había publicado ya el día antes (12.3.2004) y que comenzaba con las siguientes palabras:

El líder de ERC se ratificó ayer en que el diálogo, combinado con la acción policial, es la única vía para acabar con ETA, después del salvaje atentado que ayer reventó la vida de más de 180 personas en Madrid y cuando todos pensaban que la banda estaba detrás de las muertes.

Pero no acaban aquí las sorpresas. Hay un testimonio que he omitido al referir las opiniones expresadas en la SER durante las primeras horas posteriores a la matanza. Un testimonio que, en circunstancias normales, debería ser definitivo y demoledor para la credibilidad del vicedirector de El Mundo. Pues, ¿qué mejor manera de saber lo que pensaba el Sr. García Abadillo inmediatamente después de los atentados que escuchar sus propias declaraciones inmediatamente después de los atentados? En efecto, resulta que, entre las numerosas y breves entrevistas telefónicas que se sucedieron en la SER en la mañana del 11-M, encontramos nada menos que la del mismísimo don Casimiro, concretamente, en torno a las 11:51. Recordemos que, para entonces Iñaki Gabilondo y sus colaboradores (como casi todo el mundo) llevan varias horas dando por supuesta la responsabilidad de ETA. García Abadillo entra en antena y se produce el siguiente diálogo:

Iñaki Gabilondo: En los periódicos se trabaja de una manera, pues frenética. Casimiro García Abadillo es el director adjunto de El Mundo, Casimiro buenos días.

[…]

Casimiro: Bueno, una mañana terrible, una mañana que nos ha conmocionado a todos […]. Nosotros, la decisión que hemos tomado esta mañana a primera hora ha sido poner en marcha una edición extra que vamos a sacar a la calle.

[…]

Iñaki: No se ha conocido nada igual, ¿qué titular de la portada sacáis?

Casimiro: Estamos en ello, la verdad es que, bueno, cuando oía aquí en el teléfono esas conexiones que estabas haciendo, realmente hay algo extraordinario y es la respuesta que está teniendo Madrid. Madrid, ese Madrid al que muchos se refieren como una especie de símbolo del centralismo, símbolo del despotismo y de tantas cosa malas, pues realmente hoy está dando una lección de solidaridad, de saber estar, la gente se ha echado a la calle, la gente está dando sangre, está dando sus mantas, está dando todo. O sea, realmente hoy estamos viviendo en Madrid nuestro 11 de septiembre particular. Estamos en una situación, a mi me recuerda mucho al Nueva York del 11 de septiembre, donde junto al terror, al drama, a la sangre, al miedo, pues hubo esa respuesta ciudadana que nos hizo a todos los ciudadanos del mundo solidarios con los ciudadanos de Nueva York. Yo… a mí me gustaría que ese sentimiento se trasladara hoy a todos los ciudadanos de España y que vieran realmente qué es Madrid, Madrid es esto que estamos viendo en las televisiones, Madrid son estos trenes llenos de trabajadores a las siete y media de la mañana y Madrid  es una ciudad que no se merece lo que le ha ocurrido hoy.

Bien, es evidente que la palabra “ETA” no aparece como tal, pero ello no nos impide utilizar el sentido común de manera sensata. Para empezar, García Abadillo admite haber escuchado a Gabilondo. Y éste ha pasado las últimas horas atribuyendo los atentados a ETA, algo en lo que, como hemos visto, coincidió con las primeras impresiones del director de El Mundo expresadas ante los micrófonos de la Cope. Si en el momento de hablar con Gabilondo se estaba preparando una edición especial de El Mundo, resulta casi inconcebible que sus dos principales directivos no hubieran intercambiado el menor comentario al respecto. Es decir, García Abadillo, a menos que habitara un planeta de otra galaxia, no podía no saber que se hablaba de ETA, que casi todos daban por sentada la autoría, en particular, su interlocutor de la SER y su propio jefe directo.

De lo que no se habla, lo que no se menciona, es precisamente lo que se da por sentado, lo que se asume implícitamente. Lo que don Casimiro pretende hacernos creer cinco años más tarde, con la pintoresca afirmación de su prólogo según la cual casi todos pensamos en los islamistas, es que, al hablar en una cadena de radio donde no paraba de mencionarse a ETA (como en casi todas partes), él, que pensaba otra cosa diametralmente opuesta, no consideró oportuno hacer el menor comentario del estilo: “bueno, se está aludiendo continuamente a ETA, pero quizá convendría ser prudentes, esperar y ver” o “debo decir que no tengo nada claro lo que ha ocurrido…

Ya. No digo que sea imposible, pero sí francamente inverosímil. Sin embargo, lo que me parece más revelador de su intervención en la SER es la referencia al concepto que algunos tienen de Madrid, a la solidaridad de los madrileños frente a la imagen de Madrid como “símbolo del centralismo, símbolo del despotismo y de tantas cosa malas”; y su deseo de que “todos los ciudadanos de España […] vieran realmente qué es Madrid”. Creo que estas alusiones no se entienden si no es precisamente en el tradicional contexto del terrorismo nacionalista autóctono. De hecho, son muy similares a la reflexión del mismo García Abadillo tras la detención de los etarras en Cuenca, el último día de febrero anterior, tal como ya se indicó en la entrega anterior:

La organización terrorista [ETA] ha pretendido culminar su reaparición pública con un gran atentado, con una masacre, cómo no, en Madrid, lugar donde se concitan todos los odios de los que sueñan con destruir España (CGA, EM, 1.3.2004).

Por otro lado, para no descuidar ningún detalle, su alusión al 11-S no tiene nada que ver con la autoría islamista de ese atentado en suelo estadounidense. Es obvio que el periodista establece la comparación con la valerosa reacción y las muestras de solidaridad de la población, no con la responsabilidad del crimen. De hecho, esa figura, la comparación con el 11-S, fue común en aquellos momentos y días posteriores al atentado, sin constituir forzosamente una referencia al origen islamista de la masacre. Así, por ejemplo, minutos antes de la intervención de García Abadillo en la SER, Jiménez Losantos, entrevistando brevemente a Mariano Rajoy en la Cope, señaló, con la aprobación de este último, que “Madrid hoy parecía Manhattan”,  al tiempo que mencionaba la “aberración moral” de negociar con ETA en Perpiñán. Igualmente, el propio editorial de El Mundo del 12 de marzo de 2004 llevaba por título “Nuestro 11-S”, sin que ello implicara una toma de postura en cuanto a la responsabilidad (“sea quien sea su autor”, se decía).

No, estoy convencido de que el vicedirector de El Mundo pensaba lo mismo que casi todos los demás.

¡Pero no menciona a ETA!”, podría rezongar con insistencia algún impertinente. Vale. Actuemos con García Abadillo como él nunca ha actuado con los demás. Apliquémosle, no ya el beneficio, sino el premio gordo de la lotería de la duda. Olvidemos lo que acabamos de ver.
Sin embargo…

Llega el momento de sacar la artillería pesada. De lo que no puede escapar uno es de su propia firma.

Una de las características del fabulador habitual consiste en narrar en diferentes ocasiones la misma historia de manera variable, en función de los volubles intereses de cada momento, añadiendo o quitando detalles, interpretando o reinterpretando hechos o intenciones a conveniencia. De eso sabe mucho el coautor de “Titadyn”.

Así, el 29 de marzo de 2004, con la memoria todavía fresca y sin tiempo apenas para apaños y reelaboraciones imaginativas a beneficio de inventario, Casimiro García Abadillo publicó en su periódico un artículo en el que imputaba al Gobierno del PP y a su presidente, Aznar, un “pecado de soberbia” en la gestión de la crisis del 11-M, por motivos parcialmente espurios. A los presentes efectos, resulta imprescindible el siguiente párrafo:

Los indicios, las primeras impresiones, el primer pálpito, todo apuntaba a ETA. Nadie creyó a Arnaldo Otegi cuando excluyó a sus amigos de ETA de la responsabilidad de la terrible matanza.

Han leído bien: “todo apuntaba a ETA”.

Pero no fue un momento aislado de transitoria confusión. En septiembre de 2004, el mismo García Abadillo publicó su libro “11-M. La Venganza”, precedido de la esperable autopromoción lisonjera en El Mundo. Su lectura, dicho sea de paso, con la perspectiva de los años, es una experiencia casi lisérgica: salvo las dos o tres patochadas intrigantes de rigor (sobre todo en lo que atañe a la posible implicación de Marruecos) y su frecuente alusión a las malas artes de la SER (aspecto en el que sus citas me parecen francamente endebles para sustentar su opinión, sin entrar a juzgarla), su relato de los hechos podría haberlo firmado cualquier malvado defensor de la versión oficial. Me encantaría entretenerme en ello si no temiera agotar la ya resentida paciencia de mis lectores. Aun así, como pequeña nota al margen, no puedo evitar referir la opinión que en aquel entonces, cuando la mitología conspirativa todavía no había tenido tiempo de prosperar, le merecía a don Casimiro el juez instructor del sumario del 11-M (p. 27):

Del Olmo, encargado de dirigir el levantamiento [de los cadáveres], es bien conocido por su meticulosidad. Gracias a la diligencia de su actuación en un proceso que tenía evidentes complicaciones, a las dos de la tarde ya se habían levantado todos los cadáveres a excepción de los de la calle Téllez.

Meticuloso y diligente. Caramba, quién le ha visto y quién le ve.

En lo que ahora nos concierne más directamente, “La Venganza” es de particular interés, pues relata casi los mismos hechos que se recogen en nuestro texto de referencia (extraído del prólogo de “Titadyn”) casi cinco años más tarde. Veamos, por tanto, lo que en 2004 nos contaba García Abadillo acerca de las suposiciones sobre la autoría de los atentados. La extensión es necesaria:

[p. 30] Eran las nueve y media de la mañana cuando el lehendakari Juan José Ibarretxe compareció públicamente para hacer una declaración institucional sobre el atentado. El jefe del Gobierno vasco no dejó ninguna duda sobre su autoría: “No son vascos, son alimañas” […]. “ETA está escribiendo sus últimas páginas […]”.

Minutos después fue el presidente del PNV, Josu Jon Imaz, quien atribuía también a ETA la responsabilidad. […]

A los pocos minutos fue Carod-Rovira quien, en intervención radiofónica, condenó los atentados e insistió en la necesidad del diálogo para acabar con el terrorismo.

[p. 31] Casi nadie dudaba de que era ETA la causante de la masacre en ese momento, aunque algunos expertos fueron escépticos desde el principio. […]

[p. 33] Probablemente, si alguien no dudó sobre la autoría de la masacre en los primeros momentos, ése fue el presidente del Gobierno. Un mazazo así en ese momento sólo podía provenir de ETA […]. [Aznar] convocó una reunión urgente del Gabinete de Crisis a las once de la mañana en el búnker del Palacio de La Moncloa. […] [p. 34] En realidad se trataba de una minicumbre que el presidente circunscribió a sus hombres más cercanos […] para dar una respuesta política a los atentados y capitalizar la indignación ciudadana.

Antes de llegar Acebes, Aznar dio por sentado que la responsabilidad de la matanza correspondía a ETA, por lo que el asunto de la autoría apenas si se abordó. […] [p. 35] Cuando apareció Acebes […] el ministro […] expuso al resto de los convocados las líneas que apuntaban a ETA. […] Para Acebes [las] palabras de Otegi [en las que responsabilizaba de los atentados a la “resistencia árabe”] eran sólo una excusa, una cortina de humo. En su opinión, ETA se había dado cuenta de la barbaridad que había cometido y trataba de desviar la atención hacia otros grupos. […]

Cuando ya se había levantado la reunión del Gabinete de Crisis, alrededor de la una de la tarde, […] Aznar llamó por teléfono al líder de la oposición. […] Informó a Rodríguez Zapatero de la decisión del Gobierno de convocar [p. 36] una manifestación al día siguiente (lema de la pancarta incluido) y le insistió: “Espero que no haya dudas de que se trata de un atentado de ETA.” […]

Aznar [telefoneó] a los directores de los periódicos de Madrid y Barcelona. En dichas conversaciones el Presidente fue taxativo a la hora de señalar a ETA como responsable de la masacre […].

[p. 37] Sobre las 13.30 compareció Acebes ante los medios [y] adjudicó sin duda la autoría de los atentados a ETA. […]

A esas alturas la convicción de la inmensa mayoría de los españoles era que la responsabilidad del atentado correspondía a ETA. Incluidos los que […] fueron escépticos acerca de la autoría en los primeros momentos. […]

[p. 38]Aznar apareció, por fin, ante las cámaras a las 14:30 horas. […] Mientras Aznar hacía esa declaración en La Moncloa, se había filtrado ya a los medios de comunicación un dato muy relevante: el explosivo utilizado en los atentados era el habitualmente empleado por ETA. ¿De dónde había salido esa información?

La respuesta estaba en la reunión que, a instancias de Acebes, había convocado el secretario de Estado de Interior, Ignacio Astarloa, en la sede del ministerio y que había comenzado a las doce de la mañana. […]

[p. 39] A nadie […] le cabía la menor duda sobre la autoría de ETA. En la “tormenta de ideas” que se desató en la sala, la hipótesis de que pudiera tratarse de terrorismo islámico, barajada por De la Morena, se desechó casi inmediatamente.

Los antecedentes apuntaban claramente a ETA. […]

Etc., etc. Y, como estrambote, no quisiera olvidar la fotografía de una manifestación que Don Casimiro incluye entre las páginas 64 y 65 de su libro, con el siguiente texto: “Unas dos mil personas se concentraron espontáneamente el 11-M por la mañana en la Plaza Nueva, ante el Ayuntamiento de Sevilla, para mostrar su rechazo a los atentados.” En la imagen se observa perfectamente una pancarta con el mensaje: “ETA – NO”.

¿NO ES ALUCINANTE? Disculpen la insistencia, pero algunas iniquidades merecen ser expuestas una y mil veces.

Casimiro García Abadillo, el vicedirector de El Mundo, el coautor de “Titadyn”, escribe en mayo de 2009:

La sensación que casi todos teníamos a primera hora del 11 de marzo es que Al-Qaeda o alguno de sus grupos afines había castigado a España […]. [En] una reunión de toda la cúpula policial antiterrorista […] [l]os máximos responsables de los cuerpos de seguridad tenían muchas dudas. […] Era prácticamente imposible que ETA hubiera metido en Madrid a diez o quince de sus miembros para llevar a cabo esa acción.

El mismo Casimiro García Abadillo que, en 2004, había escrito:

Los indicios, las primeras impresiones, el primer pálpito, todo apuntaba a ETA.

Y

Casi nadie dudaba de que era ETA la causante de la masacre en ese momento.

Y

A esas alturas la convicción de la inmensa mayoría de los españoles era que la responsabilidad del atentado correspondía a ETA.

Y también

A nadie [en la reunión de la cúpula policial] le cabía la menor duda sobre la autoría de ETA.

¿A quién hemos de creer? ¿Al García Abadillo que pergeña apresuradamente una torpe y maliciosa filípica en 2009 para restregar por el fango a algún policía, coincidiendo con un procedimiento judicial dirigido por éste contra el periodista y su diario? ¿O al García Abadillo que en 2004, sin obvios intereses creados en urdir oscuras tramas policiales, recordaba lo mismo que casi todo el mundo?

En realidad, a estas alturas me temo que al Sr. García Abadillo quizá convenga no creerle nunca. Pero, puestos a elegir entre lo malo y lo peor, lo tengo claro.

Podría pensarse que he dedicado demasiada atención a un aspecto relativamente menor, pero no es así. Se trata de un elemento esencial dentro de un relato conspirativo donde todos los elementos esenciales han sido adulterados para encajar entre sí. Postular que casi todo el mundo pensó al principio en el terrorismo islámico es necesario (pero no suficiente) como primer paso para acusar personalmente a Sánchez Manzano [quien, según García Abadillo, actuó “como en los golpes de Estado” (La Hora de Federico, LDTV, 28.5.2009, min. 17:20)] de haber sido el culpable casi por sí solo de que media España cambiara de opinión y, más concretamente, de engañar al Gobierno del PP haciéndole picar el anzuelo de la autoría etarra para luego hacerle quedar como mentiroso y propiciar el vuelco electoral.

En cambio, si lo primero que casi todos pensaron espontáneamente fue que había sido ETA, como el mismo García Abadillo escribió en 2004, nada de lo que hubieran podido hacer los Tedax en general y su jefe en particular podría tener la culpa de esa primera impresión, como se quiere hacer ver ahora. Acto seguido, el Vicedirector de El Mundo complementa en su Prólogo la superchería atribuyendo a Sánchez Manzano la referencia al Titadyn del mediodía del 11 de marzo y sugiriendo que los análisis químicos de los Tedax estuvieron detrás de ese dato. Pronto lo veremos en detalle.

En cualquier caso, teniendo presente cuánto han dado de sí las primeras líneas de nuestro texto de referencia, lo mínimo que puede decirse es que empezamos mal.

Y lo que sigue es aún peor.

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