Titadyn, el eterno retorno (XI) por Rasmo

Titadyn, El Eterno Retorno (XI) por Rasmo

[Continúa de la anterior entrega]

3.2) Un cartucho para gobernarlos a todos…

He comentado antes el peculiar resultado al que se llega examinando la versión «débil» de la tesis del origen común de los explosivos (mismo almacenamiento).

Pues bien, cueste o no creerlo, aún es posible lograr un nivel superior de psicodelia indagadora. Basta con unos gránulos de almidón y el lector de “Titadyn” alcanzará sin duda un estimulante estado alterado de conciencia.

En efecto, hemos visto las deducciones que el Sr. Iglesias extrae (de manera explícita en su mayor parte) de la detección de la metenamina. Pasamos a examinar ahora las conclusiones que se extraen del análisis de granulometría. En este caso, las conclusiones expresas del perito son más limitadas, pero eso no ha de impedirnos llevar sus razonamientos a sus últimas consecuencias. Se trata de una extensión lógica pero perfectamente legítima: que uno omita extraer, o incluso niegue expresamente, las consecuencias necesarias de sus razonamientos, sólo sirve para definir su actitud discursiva, no muy favorablemente, pero apenas afecta al fondo del asunto.

Partimos de que, según afirmación expresa del perito Iglesias en “Titadyn”, la presencia de metenamina en las muestras M-2 y M-3 es “razón experimental objetiva y suficiente”, junto con la similitud de su granulometría, para dictaminar que ambas proceden muy probablemente del mismo cartucho. Es decir: “Esa conjunción de indicios autoriza a pensar en la procedencia común de las dos muestras” (entrevista en El Mundo, 18.5.2009). El otro firmante del libro, Casimiro García Abadillo, en compañía del mencionado perito, insiste igualmente en la importancia de los gránulos de almidón (La Hora de Federico, LDTV, 28.5.2009):

Ese análisis de la granulación de la dinamita, donde se ve que es igual exactamente el trocito de la Kangoo al trocito de la muestra patrón. No es que los dos tengan el mismo contaminante, la misma metenamina, es que la granulación, es que son iguales. Es que son exactamente iguales.

Mi aproximación crítica a este punto será progresiva. A) Primero plantearé las dudas que me suscita en abstracto la mera posibilidad postulada de que puedan diferenciarse cartuchos individuales sobre la base de sus granos de almidón. B) Después examinaré si, en concreto, existe de hecho la semejanza que estos autores alegan. C) Por último, aun suponiendo que dicha semejanza fuera cierta, pondré de manifiesto las absurdas consecuencias lógicas de las conclusiones que, a partir de esa similitud de los granos de almidón, se formulan en “Titadyn”.

A) Empezaré por indicar que el Sr. Iglesias, que, recordemos, carece de experiencia en el análisis de explosivos, aunque le moleste que se lo señalen, no ofrece ninguna referencia sobre la frecuencia o simple validez de la técnica que él emplea para distinguir unos cartuchos de otros. Esto, sin embargo, no me parece una objeción mayor, por cuanto parece ser una práctica extendida en las publicaciones españolas para el público general no aportar referencia alguna de lo que se afirma, aun cuando se subraye al mismo tiempo el carácter científico de la obra. Lo que me llama la atención, en cambio, es lo que este autor sí dice al respecto (entrevista en El Mundo antes citada):

La dinamita contiene almidón y ese almidón tiene una granulación que se puede teñir. […] Esta técnica analítica es habitual en la Policía Científica precisamente para discriminar tipos de explosivo en base a su granulometría.

Sin el oportuno soporte bibliográfico, que, como acabo de señalar, no se facilita, no puedo saber si esto es o no es cierto. Pero, atendiendo exclusivamente a lo que él mismo expone, el examen de granulometría sirve para discriminar “tipos de explosivos”. Huelga decir que no es lo mismo distinguir entre tipos de explosivos en general que individualizar un cartucho concreto dentro de una marca concreta de un tipo de explosivo concreto. El contraste entre lo que el perito dice que puede hacer la técnica empleada y los resultados que pretende extraer de ella en su libro es ciertamente notable. Bien se ve que justificar esto último (la capacidad de discriminar cartuchos individuales) ha de ser más exigente que acreditar lo primero (la capacidad de distinguir tipos de explosivo).

Así, desde mi desconocimiento como lego en la materia, la posibilidad de utilizar los gránulos de almidón como una especie de ADN único y exclusivo de cada cartucho individual me parece a priori difícil de asumir. Esto es sólo una suposición hipotética por mi parte, basada en mi percepción de lo que es el sentido común y perfectamente sujeta, por tanto, a enmienda ante opiniones mejor informadas. Pero mi impresión intuitiva es la siguiente. Imagino que una empresa que fabrica dinamita por toneladas adquirirá almidón en grandes cantidades [según este documento, la capacidad de producción de la fábrica de Páramo de Masa (fabricante de la Goma 2 ECO) se sitúa en 15.000 toneladas al año, con una capacidad de almacenamiento de 1.670 toneladas de producto terminado; el auto de procesamiento del Juez del Olmo, en su página 385, especifica que “según la producción del día puede haber entre 6.900 y 65.000 cartuchos”], que mezclará con los demás ingredientes para formar una especie de pasta original a partir de la cual se cortarán las porciones que habrán de “embutirse” en cada uno de los cartuchos. Me cuesta creer que el almidón utilizado en el proceso presente características individualizables por unidad (cartucho) y no por lote, partida o serie de varios kilos, si no toneladas. Por poner un ejemplo tonto, no es lo mismo un sobrecito de azúcar como el de las cafeterías, que puede contarse por unidades, que el uso de azúcar que pueda hacerse en la bollería industrial.

De hecho, sabemos que, en la fecha de los atentados, la producción de Goma 2 ECO no identificaba aisladamente cada cartucho, sino las partidas o lotes. Así se deduce de la declaración del Coronel Jefe de Zona de la Guardia Civil en Asturias, Búrdalo de Fuentes en la Comisión de Investigación del 11-M:

[E]n mi opinión habría que llegar a individualizar, fíjese lo que digo, no los lotes de los explosivos (ya se hace, sabemos si un lote de no sé cuántos kilos se ha fabricado por la mañana, sabemos si ha sido en la Unión Española de Explosivos, si ha sido en otro sitio, si se ha importado, todo eso lo podemos saber), sino los cartuchos, que no están individualizados como lo están las armas. […] ¿Qué puede ocasionar esto? Un gasto que tendría que hacerse progresivamente, y sin lugar a dudas supondría un cambio consistente en la introducción de algún mecanismo en las maquinarias de encartuchado de los cartuchos de Goma 2 […]. En un cartucho de Goma 2, incluso en los más pequeños, no veo gran dificultad para que se estudiase un sistema de identificación que llegase hasta ese detalle; un código de barras que identificase la empresa que lo ha fabricado, la catalogación, el producto de que se trata, la fecha de fabricación y el número de cartucho (Coronel Jefe de Zona de la Guardia Civil en Asturias, Búrdalo de Fuentes; DS. Congreso de los Diputados, Comisiones de Investigación, núm. 19, de 22/11/2004, p. 127).

Podría objetarse que esto sólo hace referencia a una cuestión administrativa y de control de la producción, no a las propiedades físico-químicas de un cartucho específico. Sin embargo, aunque, como digo, no puedo tener seguridad absoluta, me refuerza en mi opinión provisional la descripción detallada que del proceso de fabricación y encartuchado de la dinamita hace un determinado documento. Se trata del informe de INERIS (Institut National de l’Environnement Industriel et des Risques), organismo público francés encargado de realizar estudios e investigaciones en el ámbito de la prevención de riesgos, sobre un accidente mortal ocurrido en Francia en una factoría de la empresa Nitrochimie, productora curiosamente de una dinamita (Dynaroc) que, según indica el Sr. Iglesias en su libro, es prácticamente idéntica al Titadyn. Dada la fecha del siniestro (27 de marzo de 2003), nos movemos en un marco cronológico próximo al de los atentados de Madrid. La información pertinente a los presentes efectos se incluye en el Informe Definitivo (septiembre 2003), pp. 13 y 14, y su Anexo 1 (agosto de 2003), pp. 4 y 5. El documento está en francés, pero, para una más fácil comprensión visual, el anexo incluye además una ilustración gráfica del proceso de encartuchado:

http://img7.imageshack.us/img7/927/encartuchado.th.jpg

Pueden resumirse los datos expuestos en dicho informe del siguiente modo:

En general, el proceso de fabricación de la dinamita tipo goma se inicia con la nitración de una mezcla de glicerina/glicol para obtener nitrogliceroglicol (NGG) [aunque no todas las dinamitas llevan los dos elementos (la Goma 2 ECO, es sabido, no incluye nitroglicerina)]. Esta mezcla se amasa con unos absorbentes para obtener la dinamita. El amasado se realiza en cubas, mediante un brazo amasador, con carácter automático o semiautomático (según la carga y descarga de la cuba sea manual o no). En el caso concreto estudiado por estos informes, la amasadora es automática y produce unos 400 kgs. de pasta de dinamita por ronda, que se vierten en tres artesas de aproximadamente 135 kilos cada una. Estas artesas se conducen a la sala de encartuchado, donde se vuelcan en la máquina extrusora. Ésta consta de dos tornillos sin fin al fondo de una tolva, que empujan la pasta a través de una hilera (o terraja), hasta una cinta o banda transportadora. Dicha cinta conduce la pasta bajo un rodillo dotado de un alisador que la prepara para ser cortada. Una vez cortada la pasta mediante una cuchilla especial, los trozos se introducen en un barrilete o tambor que coloca el papel parafinado alrededor de los rollos. Tras esto, el cartucho está listo para su embalaje en cajas de cartón o de madera.

El anterior proceso parece generalizable en lo esencial. Cuando el informe describe el procedimiento general (pp. 12 y 13) de fabricación de las dinamitas (no el de la empresa siniestrada en concreto), simplemente matiza que el encartuchado puede realizarse de manera manual (práctica que tiende a desaparecer), o en máquinas semiautomáticas (que no fabrican ellas mismas el estuche) o automáticas. Si esto es así, mi objeción es obvia. En el ejemplo que acabo de reseñar, la amasadora producía 400 kilos de pasta de dinamita en cada ronda y la máquina de encartuchado (que aquí se denominaba “Rollex”) tenía una capacidad de producción de 900 kg/h. No hay nada en ese proceso de elaboración que nos permita suponer que el almidón utilizado en la pasta podrá distinguirse individualmente una vez llevado a cabo el corte y encartuchado en unidades a partir de esa misma pasta que, en principio, suponemos uniforme.

Sin conocer exhaustivamente el procedimiento, ni siquiera podemos saber si las partidas de almidón se corresponden perfectamente con las partidas de dinamita. No cabe excluir de antemano que el almidón se adquiera en un número de lotes mayor o menor que los respectivos lotes finales de dinamita. Las posibles combinaciones son numerosísimas. Puede ser que en una misma partida de dinamita se utilicen diferentes partidas de almidón. O, al revés, que una misma partida de almidón dé para distintas partidas de dinamita. O incluso que una misma partida de almidón (con independencia de cuál sea su correspondencia con los lotes de dinamita) se haya configurado con almidones de distinta procedencia original y presente una composición primigenia variada.

Lo curioso es que, de forma probablemente inadvertida, el mismo Iglesias parece dar apoyo a la anterior reflexión en algún momento. Examinemos con atención nuevamente algunos pasajes que ya se han citado:

Si admitimos que la metenamina puede formarse […] a partir del nitrato amónico, el hecho de que […] aparezca […] precisa y excepcionalmente en las M-2 (restos de la Kangoo) y M-3 (patrón aportado por Tedax para contraste con la M-2), sugiere que el nitrato amónico de estas muestras sea el mismo […]. La diferencia de aspecto de los granos de almidón que se observa en la M-4-1 con respecto a las citadas M-2 y M-3 sugiere que la M-4-1 (mochila de Vallecas) proviene de una partida de dinamita Goma 2 ECO diferente.

Añadamos a la anterior afirmación esta otra:

[Respecto a] las evidencias analizadas de la mochila de Vallecas (muestra M-4-1) […] [s]u análisis por microscopía óptica revela que se trata de un explosivo procedente, con alta probabilidad, de una partida diferente de las de M-2 y M-3.

Y combinemos las anteriores con esta tercera:

Si, en el límite, admitiéramos […] que la metenamina se forma a partir de nitrato amónico, el hecho de que no se forme siempre y sí precisamente con las citadas muestras 2 y 3 […], sugeriría que estas dos muestras llevan en su composición un mismo tipo de nitrato amónico, lo que supondría un indicio -uno más- de que provendrían del mismo cartucho. […] Análogo razonamiento podemos aplicar en cuanto a la procedencia de una misma partida al nitrato amónico de la muestra n° 4, con resultado positivo en metenamina en esta prueba […].

Atención. Según esta hipótesis: a) las muestras M-2 y M-3, proceden del mismo cartucho (por definición, de la misma partida de Goma 2 ECO); b) la M-4, en cambio, “proviene de una partida de dinamita Goma 2 ECO diferente”; b) el nitrato amónico de la M-2 y de la M-3 es el mismo, del mismo tipo; c) mediante “análogo razonamiento”, puede decirse que el nitrato amónico de la M-4 ¡procede de una misma partida que el de las muestras M-2 y M-3!

Por tanto, Iglesias está admitiendo explícitamente que la presencia común de metenamina implica la posibilidad de que dinamitas de distintas partidas tengan nitrato amónico de una misma partida. Es decir, que una misma partida de nitrato amónico puede emplearse en partidas distintas de Goma 2 ECO. Y si esto vale para el suministro de nitrato amónico a efectos de la fabricación del explosivo, no veo por qué no puede ocurrir otro tanto con el almidón. Aunque fuera cierto, en definitiva, que el almidón de las muestras M-2 y M-3 es igual (opinión que no comparto), como se plantea en “Titadyn”, bien pudiera ser que se tratara de una misma partida de almidón utilizada en dos partidas diferentes de Goma 2 ECO. ¿Puede descartar esto último el Sr. Iglesias sin aparecer como alguien que emplea inconsistentemente los argumentos a su conveniencia? El escaso ropaje “científico” con el que se envuelven gravísimas y detalladas hipótesis con implicaciones criminales es anonadante.

B) Supongamos, no obstante, que las anteriores objeciones son insuficientes para suscitar justificadas dudas respecto a la argumentación del Sr. Iglesias en abstracto. Descendamos al caso concreto. Lo que él y sus afines nos cuentan es que los gránulos de la muestras M-2 y M-3 son muy similares, hasta el punto de avalar la hipótesis de que proceden del mismo cartucho. “La huella que dejan es tan parecida que sólo puede explicarse por el origen común de ambos explosivos”, nos cuenta Manuel Marraco en la edición de El Mundo de 12.5.2009. La versión en papel de dicho artículo se acompaña de tres fotografías: una de la M-2, otra de la M-3 y una tercera que pertenece a la M-4-1, aunque el pie de foto no identifica esta última, limitándose a indicar que se incluye “como contraste” con las anteriores.

http://img689.imageshack.us/img689/5392/elmundo11m051209.th.jpg

Y, en efecto, de las fotografías contenidas en el libro (seis en total), se escoge la que presenta un aspecto más divergente respecto de las primeras. [Pueden verse las imágenes de El Mundo también, en formato pdf en este otro enlace, aunque el texto del titular, por su parte, parece corresponder una versión distinta de la que se publicó en el diario]

¿Pero son las muestras M-2 y M-3 realmente tan parecidas? ¿Son “exactamente iguales”, como proclama el coautor de “Titadyn” y vicedirector de El Mundo (LDTV, La Hora de Federico, 28.5.2009)? ¿Tienen la “misma granulometría”, como sostiene el perito Iglesias (entrevista El Mundo, 18.5.2009)? Para una comprobación visual más cómoda enlazo aquí doblemente las respectivas ilustraciones que se incluyen en el libro [M-2 y M-3].

http://img197.imageshack.us/img197/7077/80761705.th.jpg

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Francamente, yo no veo la identidad por ninguna parte. En serio, no la veo. Naturalmente, si te ponen al lado la M-4-1 y te obligan forzosamente a elegir pareja… Pero, ¿por qué hay que elegir? Las apreciaciones podrían ser muy distintas si las comparaciones se realizaran en otro orden o entre otras muestras. A mí, personalmente, hay varias cosas que me llaman la atención. Por ejemplo: así, a ojo, observo una gran diferencia entre la muestra M-4-3, que es un duplicado de la M-4, y el resto de sus muestras “hermanas” (M-4-1 y M-4-2). De hecho, si tuviera que guiarme únicamente por este criterio y no supiera de dónde vienen, diría que tienen una procedencia distinta. Lo mismo me ocurre con la muestra M-5-3-B y la M-3, de la que es un duplicado la primera. Es más, del limitado número de muestras cuya fotografía incluye el Sr. Iglesias, encuentro el mayor parecido entre la mencionada muestra M-4-3 (duplicado de la M-4) y la M-5-3-B, que, recordemos, ¡es un duplicado de la M-3! Es evidente cuán distinto habría sido el efecto en los lectores de El Mundo si el contraste directo se hubiera hecho, no entre la M-2 y la M-3, sino entre la primera y el duplicado de la segunda citado en último término. Y es que ningún perito con toda su “ciencia” podrá convencerme de que esto:

http://img197.imageshack.us/img197/7077/80761705.th.jpg

es “exactamente igual” que esto otro:

Aunque, bien pensado, ahí reside precisamente el problema: el perito Iglesias no hace uso de ninguna ciencia. Pese a lo que pudiera esperarse, no hay ninguna medición objetiva y sistemática (en realidad, no la hay de ningún tipo) en esa “granulometría” que se pretende idéntica en un par de casos específicos. No hay el menor cálculo de probabilidades o estimación estadística detrás de su afirmación de que “estadísticamente es imposible o extremadamente improbable que dos cartuchos diferentes tengan la misma granulometría”. No ha tomado decenas o centenares de muestras para comprobar si las características mensurables de los gránulos de almidón siguen una distribución normal o de algún otro tipo. No ha comprobado si las diferencias que dice observar, pero no ha medido, son estadísticamente significativas. O cuál es el intervalo de confianza y el error muestral para esas hipotéticas estimaciones que este científico no ha efectuado por sí mismo o con ayuda de aparato alguno. Mencionaba yo antes cuáles eran mis impresiones “a ojo”, pero es que el perito de marras no hace algo mejor por su parte. Se limita a adjuntar un escaso y escogido juego de fotografías de mejorable resolución, en las que, por no indicar, no se indica siquiera el nivel de aumentos (ni si éste es homogéneo en todos los casos) y a decir que a él le parece, de un vistazo, que tal y cual son muy similares y las demás no. En este punto, su ojo de buen cubero vale tanto como el de mi dentista o el mío propio, porque, como advertía hace ya unos años mi libro de matemáticas de EGB, abogando por el empleo de métodos precisos, los buenos cuberos no abundan.

Hay quienes dicen ser capaces de leer el futuro en los posos del café. Resulta fascinante lo que el Sr. Iglesias es capaz de “leer” en unos pocos granos de almidón.

En el mejor de los casos, una vez más, la desproporción entre la endeblez de los indicios que se presentan y la magnitud de las conclusiones que de ellos se quieren extraer resulta pavorosa. En el peor de los casos, nos hallamos ante un despreciable fraude intelectual y mediático.

C) Pero sigamos con nuestro razonamiento escalonado y progresivo e imaginemos que, tal como afirma el perito Iglesias, las muestras M-2 y M-3, en efecto, presentan unos gránulos de almidón de similares características. No deja de ser llamativo que el experto químico ofrezca a sus lectores únicamente seis fotografías limitadas a sólo tres series de muestras de otras tantas procedencias [M-2 (Kangoo), M-3 y su duplicado (muestra patrón de los Tedax) y las M-4-1 a 3 (bolsa de Vallecas)]. Queda así completamente cercenada la posibilidad de hacer una verificación visual semejante del resto de evidencias. No obstante, al menos de palabra, el capítulo IV de “Titadyn” contiene una referencia explícita a la granulometría de otra muestra, la M-9-5, cuya relevancia apenas puede exagerarse. Se trata de un pasaje citado en varias ocasiones:

… el hecho de que [la metenamina] no se forme siempre y sí precisamente con las citadas muestras 2 y 3 […], sugeriría que estas dos muestras llevan en su composición un mismo tipo de nitrato amónico, lo que supondría un indicio -uno más- de que provendrían del mismo cartucho. Apoya esta conclusión la similitud de las fotografías de las preparaciones microscópicas de estas dos muestras, así como de la M-9-5, que también da positivo en metenamina.

¿Es consciente el Sr. Iglesias de las implicaciones de lo que acabo de reproducir? ¿Cómo ha podido escribir lo anterior sin que se le suicide el procesador de textos? Está equiparando expresamente, en cuanto a la “similitud de las fotografías”, las muestras M-2 y M-3 con la muestra M-9-5. Esta última procede, como se indicó en su momento, del explosivo intacto recuperado en la vía del AVE y en ella se detectó metenamina. Por tanto, aplicando al caso la sencilla Ecuación Iglesias: metenamina + gránulos de almidon similares = mismo cartucho, lo que el perito afirma en el referido párrafo implica necesariamente (sea o no consciente de ello) que es altamente probable que al menos una parte del explosivo del AVE haya salido del mismo cartucho que la M-2 y la M-3. Esto es, del cartucho suministrado por los Tedax. Ya no se trata de que el réprobo Sánchez Manzano haya tratado simplemente de manipular la investigación con la introducción de una Goma 2 ECO precocinada… No. Tras el intento de voladura del AVE también está su larga mano.

Sólo con lo que antecede habría materia para mesarse los cabellos con alucinada incredulidad, pero en este circo parece reinar el más difícil todavía. Efectivamente, aunque no nos provea de fotografías con las que saciar nuestra curiosidad, resulta que, si uno presta atención, por así decir, a la “letra pequeña” del libro, podrá descubrir que éste incluye referencias al aspecto de los gránulos de almidón de otras muchas evidencias, que se exponen de forma esquemática en sus respectivos cuadros de resumen. Las sorpresas son mayúsculas. Es preciso recordar en todo momento que, en lo que sigue, haré alusión siempre a muestras en las que se detectó metenamina en los análisis de 2007.

Ya sabemos que el Sr. Iglesias avala la hipótesis de que la M-2 y la M-3 han salido del mismo cartucho, a diferencia de las muestras de la serie 4. En efecto, en la sección correspondiente al análisis de la M-3, el cuadro de resumen señala, bajo el epígrafe “observaciones”, que ésta presenta “grumos característicos de almidón de aspecto muy parecido a la M-2” y, en la columna “deducciones probables”, figura: “¿procede del mismo cartucho?” [Como nota marginal, me llama la atención esa aparente cautela reflejada en el uso de interrogantes, como si su opinión no quedase clara en el cuerpo principal de su escrito y en cuantas comparecencias públicas ha hecho. Se trata, por otro lado, de una actitud demasiado frecuente, en la que ahora no me detendré.] En lo que atañe a las muestras M-4-1 y M-4-2, tras indicar las diferencias entre los gránulos de almidón de éstas y las anteriores, concluye como “deducciones probables”, que se trata de una “dinamita de distinta procedencia de M-2 y M-3” (esta última conclusión no aparece en el cuadro de la M-4-3).

Pero, junto a las anteriores, existen asimismo otras muestras de interés en cuyos cuadros se incluyen “observaciones” sobre la microscopía óptica, con indicación de la similitud de sus gránulos de almidón respecto a los de otras porciones de explosivo. Estas relaciones de semejanza se establecen con frases como “grumos característicos de almidón de estructura similar a…”; “grumos características de almidón similares a…”; o con una formulación en la que falta una palabra: “grumos característicos de almidón de [?] similar a…” (por analogía con la primera, supongo que se trata de “estructura”).

Respecto a la M-9-5, como he señalado, el propio Iglesias recoge en el texto principal su similitud con M-2 y M-3. En el esquema del cuadro resumen, la relación se expresa en la versión tipográficamente mejorable: “grumos característicos de almidón de similar a M-2 y M-3”. Lo más notable es que esta M-9-5 es una muestra del explosivo hallado en las vías del AVE, al igual que las muestras M-10-1-C y M-10-2. Tanto el informe pericial remitido al tribunal en mayo de 2007 como el libro del Sr. Iglesias señalan expresamente que “en origen, las tres evidencias [M-9-5, M-10-1-C y M-10-2] eran iguales”.

Pues bien, en el cuadro correspondiente a la muestra M-10-1-C (que el perito en cuestión nos recuerda que “es un duplicado” de la M-9-5) descubrimos que sus gránulos de almidón son similares… ¡a los de la M-4-1! ¿Dos duplicados similares respectivamente a muestras de origen incompatible entre sí?

Y el asunto no deja de enredarse, porque el cuadro de la tercera muestra del AVE (M-10-2-A), igual en origen y duplicado de la M-9-5, nos revela que sus gránulos de almidón son similares a los de la M-10-1-A.

¿Y cuál es la M-10-1-A? Se trata de una porción del explosivo procedente de la mochila de Vallecas (o sea, el mismo origen que las muestras de la serie M-4). Y, atención, ¿cómo son sus gránulos de almidón? Según el correspondiente cuadro, la muestra M-10-1-A (repito: originaria de la mochila de Vallecas y a la que se parece la M-10-2-A, a su vez duplicado del explosivo del AVE) presenta “grumos característicos de almidón de estructura similar a M-2 y M-3”. ¿Cómo es posible? El grado de incoherencia comienza a ser preocupante, porque Iglesias también escribe explícitamente en otro momento que esta muestra M-10-1-A “es un duplicado” de la M-4-1 y añade: “los comentarios que hacemos en ese apartado [el de la M-4-1] son extensivos a la muestra M-10-1-A.” Pero los comentarios referentes a la M-4-1 dicen claramente que el almidón de ésta es distinto al de las muestras M-2 y M-3… ¿cómo pueden extenderse tales comentarios a una muestra (su “duplicado”) cuyo almidón sí es similar al de las muestras M-2 y M-3?

Y aún nos queda el explosivo de Leganés. Resulta que los cuadros de las muestras M-10-1-B, M-10-3-C, y M-10-4-A-1 a M-10-4-A-4 (todas ellas del explosivo recuperado tras las explosión del piso en que se suicidaron siete terroristas) nos informan de que sus respectivos grumos de almidón son similares a los de la muestra M-3, el explosivo proporcionado como cotejo por los Tedax.

El panorama resulta inquietante. Para simplificar el aparente galimatías, incluyo enlace a un esquema de mi propia cosecha en el que resumo las principales conexiones basadas en la similitud de los gránulos de almidón, tal como se recogen (de forma dispersa, pero expresa) en “Titadyn” [también aquí, descarga directa en versión pdf].

En línea discontinua se incluyen las relaciones en las que, junto a la similitud de aspecto de los gránulos, Iglesias añade algún comentario relativo a si éstos son más o menos numerosos o si, además, se aprecian otros detalles al microscopio (como masas cristalinas). Personalmente, creo que la simple comparación de las muestras M-2 y M-3 pone de manifiesto que la primera presenta un menor número y concentración de gránulos que la M-3. De todas formas, situarse en la posición más favorable al perito Iglesias y suprimir del esquema las muestras en las que se incluye algún matiz carece de la menor incidencia en cuanto al fondo de mi argumentación.

Para una visión sintética, sin necesidad de recorrer uno a uno los diferentes casos, cabe centrarse en la posición de la M-3, el famoso cartucho de Goma 2 ECO remitido por los Tedax a la Policía Científica como cotejo de lo encontrado en la Kangoo (M-2). Resulta que esta M-3, lejos de parecerse única y exclusivamente a la M-2, como sostiene la sospecha conspirativa tradicional y avala el Sr. Iglesias, presenta gránulos de almidón igualmente similares a al menos una muestra de cada uno de los otros tres orígenes posibles: Leganés (M-10-3-C y M-10-4-A-2), AVE (M-9-5) y mochila de Vallecas (M-10-1-A). ¿Hace falta comentar algo más?

Lo que este nuevo Señor de los Cartuchos expone en su libro implica una pintoresca teoría del cartucho único que, paradójicamente, viene a desbaratar todo el edificio conspirativo que se propone defender. Insisto: no es mi propia teoría que impongo y atribuyo falazmente al Sr. Iglesias. “12 más 1” son “13”. Que alguien afirme lo primero no le exime de la imputación de haber dicho lo segundo, por mucho que le disguste o no quiera o sepa expresar la cifra maldita. Dejando aparte el hecho de que la similitud de los gránulos se reconoce en el texto principal de forma expresa en cuanto a la muestra M-9-5 (AVE) y ello destroza por sí solo la pretendida exclusividad del parentesco entre M-2 y M-3, lo demás son datos que él mismo incluye en su libro, eso sí, de manera separada y nunca conjunta. Yo me he limitado a hacer la suma y mostrar la inconsistencia del resultado.

Nos enfrentamos así perfectamente pertrechados a las “conclusiones finales” que el Sr. Iglesias formula en la Parte VI de su libro, con la siguiente redacción en la materia de que se trata:

El notable parecido de la estructura granular de las dos muestras [M-2 y M-3] que se aprecia en las fotografías de sus preparados en microscopio óptico sugiere que ambas muestras provienen del mismo cartucho, máxime cuando este aspecto microscópico difiere radicalmente del que presentan el resto de los explosivos intactos analizados: M-4 y derivados (mochila de Vallecas), y la serie de Leganés. Se une a ello la presencia de metenamina detectada en las dos muestras.

Basta repasar de nuevo el esquema adjunto para comprobar la falsedad de lo anterior. Es obvio que la ciencia del Sr. Iglesias es la de la Química Según, escuela “Porque Yo lo Valgo.” ¿Cómo va a “diferir radicalmente” la microscopía de las muestras M-2 y M-3 respecto a las de la mochila de Vallecas y la serie de Leganés, cuando en el libro se recogen al menos dos muestras de esta última procedencia (M-10-3-C y M-10-4-A-2) y otra de la famosa mochila (M-10-1-A) con gránulos de similar aspecto?

Por tanto, no sólo la exposición de Iglesias es internamente contradictoria al sostener una excepcionalidad respecto a las muestras M-2 y M-3 que él mismo desmiente en su propia obra, sino que se enfrenta a una masiva inverosimilitud empírica, pues, aplicando consecuentemente su razonamiento, nadie podrá creer que un solo cartucho haya dado para tanto. O la realidad es así de absurda (el mismo cartucho ubicuo se halla en todos los escenarios) o la tesis que se propugna en “Titadyn” es errónea y arbitraria.

Pero esta idea del cartucho único no sólo es implausible. En caso de que alguien no viera nada extraño en que el mismo cartucho del que se extrae la M-3 el 11 de marzo estuviera presente en las vías del AVE el 2 de abril y en Leganés el 3 de abril (alguna febril imaginación podría incluso alegar que esa es la clave que demuestra la implicación de las “cloacas del Estado” en todos los escenarios y que los “moritos” estaban todos en contacto con las tramas negras de la Policía), cabe dar un paso más y afirmar que se trata de un supuesto sencillamente imposible.

La Goma 2 ECO se comercializa en cartuchos de diferentes calibres y, por tanto, diferentes pesos. El auto de procesamiento del Juez Del Olmo recoge en su página 385 un informe de la Guardia Civil, en el que se especifica:

Los cartuchos de dinamita Goma 2 Eco a los que afecta la investigación son cilíndricos, del calibre 26/200, con un peso aproximado de 152 gramos.

Esta información se repite en otros muchos lugares y documentos. Más concretamente, se indica en la página 155 del referido auto que la muestra M-2 (la hallada en la Kangoo) corresponde asimismo a dicho calibre. Y en el desescombro de Leganés se hallaron 594 envoltorios de cartuchos de dinamita Goma 2 ECO de este calibre (página 186). Otras fuentes de toda confianza, como Fernando Múgica (EM, 14.2.2007) y el propio coautor de “Titadyn”, Casimiro G. Abadillo (EM, 6.3.2006), nada menos, refieren los mismos datos sin discutirlos.

[Por cierto, este calibre es el que corresponde también a los 16 cartuchos de Goma 2 ECO hallados en el garaje utilizado por Antonio Toro Castro y José-Emilio Suárez Trashorras, en el marco de los hechos enjuiciados en el caso “Pípol.]

Tanto el informe pericial de mayo de 2007 como el libro “Titadyn”, señalan igualmente que la muestra patrón de los Tedax (M-3), corresponde a un cartucho de Goma 2 ECO del calibre que venimos mencionando (26 X 200) [De hecho, en la página 24 del mencionado informe pericial se observa con toda claridad ese dato en la fotografía de la muestra].

Como he dicho, la importancia del calibre reside en el peso aproximado del cartucho, que, en este caso, es de unos 152 gramos. Pues bien, si el razonamiento que el Sr. Iglesias aplica única y arbitrariamente a las muetras M-2 y M-3 se extiende a todas aquellas en las que se cumplen los mismos requisitos que en éstas (metenamina y similar “granulometría”) llegamos a un resultado imposible. En efecto, “Titadyn” recoge los datos del informe pericial de 2007 en cuanto al peso de las muestras. Sólo la M-3 (cartucho de los Tedax: 114,7 g.) y su duplicado (M-5-3-B: 44,017 g.) agotan el cupo. Pero a ellas hay que añadir las que, como se refleja en el esquema que he aportado más arriba, cumplen las condiciones de la “ecuación Iglesias” para proceder de un mismo cartucho. Partiendo de la posición más favorable al perito que nos ocupa (sólo las muestras que se relacionan directamente con la M-3 y presentan gránulos de almidón similares a ésta, sin matiz alguno), obtenemos: M-10-3-C (23,544 g.; Leganés); M-10-4-A-2 (5,1 g.; Leganés); M-10-1-A (2,9 g.; Mochila Vallecas); M-9-5 (9,9 g.; AVE). En total, justo por encima de los 200 gramos, para un cartucho que sabemos que es del calibre 26 X 200 (esto es, alrededor de 152 gramos).

Una vez más, cuando un razonamiento se aplica de forma arbitrariamente restringida, o, al ser aplicado de manera coherente, lleva indefectiblemente a resultados inverosímiles, por un lado y, además, imposibles, por otro, le ha llegado el turno de hacer las maletas.

Esto dará pie a un excurso sobre la actitud de cierto periodismo de investigación supuestamente comprometido con la incesante búsqueda de La Verdad que reservo para una próxima entrega.

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