Titadyn, el eterno retorno (IX), por Rasmo

(Sigue de Titadyn, el eterno retorno (VIII)

Titadyn, El Eterno Retorno (IX)

Siguiendo el hilo de las anteriores entregas, ya se ha indicado en numerosas ocasiones cómo Iglesias recoge en su libro el tradicional mantra conspirativo respecto a la identidad de las muestras M-2 y M-3. En realidad hace algo más que eso: no sólo reproduce esta alegación, sino que la amplía hasta límites insospechados, como enseguida se verá. Pero vayamos por partes. Lo que durante el juicio, sometido a contradicción, aparecía como hipótesis no verificada, en su libro se convierte en un aserto bastante más confiado. Efectivamente, el Sr. Iglesias, que esparce sus volubles conclusiones de manera un tanto deslavazada a lo largo de su texto, repite sus cavilaciones acerca de este particular en el Capítulo III, restringiendo ahora el abanico de posibilidades otras veces expuesto a favor únicamente de la más truculenta:

…consideramos que la presencia comprobada [en las muestras M-2 y M-3] de los citados compuestos [típicos de la Goma 2 ECO], incluida la anómala metenamina- es razón experimental objetiva y suficiente que nos permite dictaminar:

[…]

2. Que las muestras M-2 y M-3 proceden muy probablemente del mismo cartucho, como lo sugiere la presencia común de metenamina en ellas y el resultado del análisis por microscopía óptica con tinción de ioduro potásico.

No tardaremos en hablar de ese supuesto análisis por microscopía óptica, que se presenta como una de las sedicentes novedades estrella del Informe. Lo que pretendo en este momento es subrayar la inequívoca opinión del perito que nos ocupa y la gravedad de sus implicaciones. Porque, como ya ha quedado dicho, en palabras del propio Iglesias, “el que la muestras M-2 y M-3 pudieran haber estado juntas o proceder del mismo cartucho apuntaría claramente a la falsedad de la prueba del resto de cartucho aparecido, según la versión oficial, en la furgoneta Kangoo”, y esta posibilidad (cuya verosimilitud él mismo “dictamina”) “comprometía la autenticidad del sumario y/o la actuación de los Tedax”. Esto debería bastar para imponer al libro de marras unas exigencias de prudencia y rigor particularmente elevadas. Y para constatar cuán notablemente desfallece en este aspecto.

A mayor abundamiento, por si no fueran suficientes las afirmaciones, insinuaciones y connotaciones de cuanto expone este perito, cabría preguntarse cómo interpretar su inconfundible actitud (en particular bajo la forma de silencio anuente) ante explícitas manifestaciones ajenas. Es el Sr. Iglesias el que acude personalmente a diversos actos promocionales con el que figura oficialmente como coautor de su libro, el vicedirector de El Mundo, Casimiro G. Abadillo, y el que acepta con muda complacencia atribuciones de este jaez:

Es muy importante: [una] cosa que demuestra el estudio de Antonio, el informe, es que, los restos que se analizaron, hallados en la furgoneta Kangoo, y la supuesta muestra patrón que se puso para comparar una con otra, de los TEDAX, que se suponía que era Goma 2 ECO, provienen del mismo cartucho, es decir, que hubo una manipulación de las pruebas para demostrar que el explosivo era Goma 2 ECO y sólo Goma 2 ECO. [C. G. Abadillo en La Tarde con Cristina, COPE, 2.7.2009, min: 11:10 aprox.]

Es el mismo Iglesias el que acompaña sin pestañear las magníficas exposiciones de Don Casimiro, sobre la base de su libro común, en el sentido de que:

CGA: [Sánchez Manzano] se da cuenta del valor que puede tener el determinar uno u otro explosivo. Haciendo algo que contraviene todo el protocolo de actuación de la policía […] él se queda con la investigación, asume el mando, como en los golpes de Estado […]. Por lo tanto, él tenía la investigación clave en esos momentos que podía determinar la autoría. […] El hombre más importante el 11-M es Sánchez Manzano. Entonces, él maneja esa información, y el primer gravísimo error que comete es esa, para mí, evidente manipulación. […] Ese cartucho de Goma 2 ECO que él utiliza como patrón, está contaminado de […] metenamina. Y luego, además, que es una de las aportaciones que hace [Iglesias], en estas aportaciones científicas, los pequeños pasos suponen grandes avances. Ese análisis de la granulación de la dinamita donde se ve que es igual exactamente el trocito de la Kangoo del trocito de la muestra patrón. No es que los dos tengan el mismo contaminante, la misma metenamina, es que la granulación, es que son iguales. Es que son exactamente iguales.

Losantos: Todo por pereza de no ir a por otro cartucho.

CGA: Entonces, claro, yo creo que ahí está Sánchez Manzano cumpliendo ese papel, predeterminando la investigación, en un sentido, yo creo que con un interés político. [La Hora de Federico, LDTV, 28.5.2009, min. 17:20].

Repito, por tanto, que ello justifica un escrutinio especialmente intenso de la obra que se nos vende como pura ciencia “galileana”. En cualquier caso, antes de continuar con el atento análisis de lo que se pretende argüir en “Titadyn” a cuenta de la metenamina, quisiera destacar inmediatamente dos cuestiones.

1) La primera es que, durante el juicio, se suscitó de forma breve, pero explícita, la hipótesis de que las muestras M-2 y M-3 procedieran del mismo cartucho, en vista de la presencia en ambas de metenamina. En la sesión de 28.5.07, la defensa de R. Zouhier planteó la posibilidad a la perito del laboratorio de los TEDAX:

Defensa Zouhier: Vamos a ver, eh… ¿existe… existe la posibilidad de que la muestra M-3, que es la muestra patrón, la muestra de referencia, perdón, y la M-2 que es lo… el… el… lo que se encontró en la furgoneta Kangoo tengan el mismo origen? es decir, si en los dos se han encontrado metenamina, es posible que por descuido o por lo que fuera, realmente al final se acabase analizando lo mismo, una parte del cartucho, y M3 y M2 sea lo mismo?

Perito TEDAX: No, no son la misma. Pueden ser dos Goma 2 ECO, es decir la misma dinamita, ahora no es la misma sustancia.

Sólo como detalle, no está de más señalar que esta declaración de la agente del laboratorio TEDAX se efectuó en presencia de los ocho peritos (los “independientes” y los oficiales) que realizaron la pericial encargada por el tribunal. Estos peritos ya habían recibido anteriormente, al examinarse los informes elaborados por dicha agente, la indicación del presidente del tribunal en el sentido de que “si los peritos de la pericial a practicar en juicio oral, o en la fase de juicio oral, no estuvieran conformes con lo que dicen, lo deberán añadir a continuación”. Y, sin duda, los peritos hicieron extenso uso durante la vista de esta facultad de expresar sus discrepancias. Sin embargo, curiosamente, ninguno de ellos (y desde luego no el Sr. Iglesias), sintió la necesidad de objetar nada en aquel momento ni, por lo demás, a lo largo de ninguna de sus intervenciones, para mencionar, siquiera incidentalmente, la ominosa hipótesis que ahora, dos años más tarde, sin haber realizado nuevas pruebas y sin estar sujeto a juramento, contradicción o debate alguno, el nuevo héroe de El Mundo propone con esa “prudencia a la hora de emitir juicios de valor” que García Abadillo le atribuye en su prólogo. Naturalmente, el Sr. Iglesias es tan prudente que ni siquiera se atreve a perturbar a sus lectores ofreciéndoles esta información.

2) El otro punto que deseo destacar es un notable planteamiento conspiracionista efectuado en su día y ahora silenciado y contradicho por los nuevos postulados de estos autores. En efecto, cuando durante el verano de 2006 se hablaba de que la metenamina indicaba que las muestras M-2 y M-3 procedían de un mismo cartucho colocado por el infame jefe de los TEDAX, o que la muestra M-4 era distinta a las anteriores (o sea, que el explosivo de la mochila era distinto al de la Kangoo y a la “muestra patrón”), El Mundo y compañía ofrecieron un criterio de refutación hoy súbitamente olvidado. Refiriéndose a la detección de la metenamina, el mismo Casimiro G. Abadillo escribía (EM, 20.7.06):

Las partes personadas en la causa valoraron, sin duda, la importancia de este dato y solicitaron al juez la realización de un «análisis cuantitativo» de las muestras 2 y 3 (es decir, la que se corresponde con los restos de la Kangoo y la muestra patrón). […] Realizarlas [estas pruebas] era muy importante porque con ellas se podría determinar la proporción de cada uno de los elementos que contenían ambas sustancias. Si la proporción fuera la misma, podría decirse, sin duda, que los restos de la muestra patrón y los de la enviada para cotejo provenían exactamente [de] la misma sustancia, lo que confirmaría la sospecha de los expertos consultados por este periódico.

El editorial del mismo día remachaba:

…el juez Del Olmo […] [d]ebe insistir en que dicha prueba se haga.

Por su parte, el editorial de El Mundo de 24.6.06, refiriéndose al problema anterior de la ausencia de metenamina en la muestra M-4, recordaba que “existe la sospecha de que […] el explosivo utilizado en los trenes o al menos el localizado en la furgoneta no era el mismo que la Goma 2 hallada en Vallecas”. Y, en relación con el análisis cuantitativo, señalaba que, pese a sus dificultades, “la prueba debería hacerse de todos modos”.

De manera que, atendiendo al propio criterio expuesto por El Mundo y, más concretamente, por su vicedirector y coautor de “Titadyn”, cabe hacer la siguiente

CONSTATACIÓN: Para CGA y El Mundo, el análisis cuantitativo de las muestras M-2 y M-3 es pertinente a efectos de la confirmación o refutación de la hipótesis de que ambas muestras proceden del mismo cartucho.

Y la obvia CONSECUENCIA: Los resultados de un análisis cuantitativo deberían influir en el mantenimiento o rechazo, por parte de El Mundo, de la hipótesis según la cual ambas muestras proceden del mismo cartucho.

Pues bien, o mucho me equivoco o en el libro “Titadyn” se recogen los siguientes “resultados cuantitativos” de la muestra M-2, según los análisis efectuados en 2007:

COMPUESTO PORCENTAJE DE PARTES EN PESO
DNT                                                                           0,0076
EGDN                                                                        0,401
NG                                                                             0,003
DBF                                                                           1,11
Nitrato amónico                                              90,5

Y los siguientes “resultados cuantitativos” de la muestra M-3:

COMPUESTO PORCENTAJE DE PARTES EN PESO
DNT                                                                     0,0042
EGDN                                                               28,6
NG                                                                         0,00
DBF                                                                       2,63
Nitrato amónico                                           62,7

Se observa fácilmente que, pese a las evidentes diferencias en proporciones, El Mundo y compañía han ignorado completamente el criterio expuesto antes por ellos mismos y que he recogido en mi anterior constatación, sin abandonar, en cambio, su conclusión favorita: la M-2 y la M-3 proceden del mismo cartucho. Sus sospechas acaban convirtiéndose así en seguridades irrefutables. Esto también es ciencia de la buena, supongo.

Hechas las anteriores puntualizaciones, llega el momento de realizar una incursión bastante enjundiosa y prolija que nos llevará a un festival de… de algo que en verdad no sé cómo calificar.

Pura ciencia, dicen

Como ya se ha mencionado, salvo en el caso de la muestra MAXAM 04, que a Iglesias le conviene descartar por razones obvias, dicho experto químico defiende con denuedo la presencia genuina (no debida a artefacto alguno) de la metenamina en múltiples muestras. Así, por ejemplo, en las páginas 200 y 201  del informe pericial entregado al tribunal de la AN en mayo de 2007 [la numeración parece depender de la fuente; en el documento enlazado en elmundo.es, las páginas son 197 y 198], dentro del apartado correspondiente a sus conclusiones particulares, este perito insiste en que se computen como positivas en metenamina cuatro muestras… que de hecho ya figuran como positivas en el capítulo relativo a la metenamina.

A este respecto, con carácter incidental, no está de más hacer una sucinta referencia al criterio que aplica el autor de “Titadyn” a la muestra M-6-13-C (foco de la Estación de Santa Eugenia). Dicha muestra se analizó en febrero de 2007, con un resultado positivo en metenamina. Tres meses más tarde, “con el mismo sistema de preparación de muestra”, el resultado fue negativo. ¿Conclusión? Nada de artefacto y, además, el resultado ha de considerarse positivo porque vale más la prueba realizada en primer lugar. Es curioso que este principio de prioridad cronológica se le “olvide”, en cambio, cuando se trata de las muestras analizadas en 2004 y sus resultados divergentes respecto a las pruebas de 2007, como se verá.

Sea como fuere, la notable insistencia del Sr. Iglesias en el intento de encontrar metenamina por todas partes me resulta desconcertante, por incongruente y contradictoria, en al menos tres niveles distintos que ya se han venido perfilando en anteriores páginas. Indicaré en esta entrega los dos primeros aspectos y dejaré para un siguiente capítulo el tercero y más extenso.

1) Sánchez Manzano, el mentiroso que dijo la verdad

Al lector de “Titadyn” no le quedará la menor duda de la contumacia con la que este perito cuestiona la veracidad del informe 173-Q2-04, de 12.3.04 (que analizaba el explosivo de la mochila de Valleacas, muestra M-4), y, en particular, a quién atribuye la causa de sus suspicacias:

En M-4 hemos encontrado metenamina, que no se reporta en el informe 173-Q2-04, no sabemos si porque no se detectó o porque no se ha querido informar de su eventual hallazgo. Nos induce a planteamos esta pregunta el hecho, muy significativo a nuestro juicio, de que el director de la pericia [A. Vega] se haya negado a mostramos los cromatogramas que nos hubieran permitido comprobar o descartar la presencia de metenamina en M-4.

Esta pertinaz observación y su obvia relevancia respecto a la que en anteriores páginas he denominado “segunda imputación” a Sánchez Manzano (recuérdese: que Sánchez Manzano había engañado al juez instructor al informarle de que el explosivo de la mochila de Vallecas tenía la misma composición que el de la Kangoo) quedan especialmente de manifiesto en la página 114 del libro:

Sánchez Manzano [afirmó] en su informe [se refiere al informe de 20 de abril de 2005, con número de registro de salida 11.648, en el que su Unidad aclaraba determinadas cuestiones al Juez del Olmo (páginas 153 y 154 del auto de procesamiento)] […] que la inclusión de la metenamina como componente del explosivo de la mochila de Vallecas se debía a un error mecanográfico. No podemos ni avalar ni desmentir tal aserto, porque, durante los meses que duró esta prueba pericial, el director científico de la misma no nos permitió ver el cromatograma realizado sobre la muestra del citado explosivo. Sin embargo, es comprensible que esta actitud nos induzca a sospechar que se detectó metenamina y no se ha querido que esta información saliese a la luz pública. En el informe 173-Q2-04 (del explosivo de la mochila de Vallecas) realizado por la Policía Científica no se mencionaba la metenamina en los resultados de análisis realizados en el mismo laboratorio que los que dieron lugar al informe 173-Q1-04 (muestra de resto de explosivo procedente de la Kangoo, la que hemos llamado M-2, y la muestra patrón, a la que llamamos M-3, aportada por Sánchez Manzano para cotejar con ésta) en donde sí se refleja el positivo.

Como ya he mencionado anteriormente, si lo que dice Iglesias es cierto, la muestra M-4 era igual en su composición a las M-2 y M-3 (todas llevaban metenamina) y, por sí solo, esto chocaría frontalmente con la acusación tantas veces expuesta por El Mundo y compañía contra Sánchez Manzano. [En Libertad Digital, por ejemplo, en el sitio donde se enlaza el informe de la mochila, se dice textualmente: “El dato más sorprendente del análisis es que en la muestra de la bolsa-bomba de Vallecas no aparece metenamina, a diferencia de lo que había sucedido con el explosivo supuestamente encontrado en la furgoneta Kangoo. Los dos explosivos tenían, por tanto, orígenes distintos.”] Ahora resulta que, después de todo, el antiguo jefe de los Tedax, había dicho la verdad. De modo que los mismos periodistas que no escatimaron (ni escatiman) palabras de censura hacia Sánchez Manzano están jaleando un libro cuyas afirmaciones a este respecto, de ser ciertas, significarían que sus acusaciones de antaño eran falsas. Aparentemente, ser un buscador de la Verdad significa no tener que decir nunca “lo siento”.

2) El perito honrado que hace informes deshonestos

Pero lo que acaba de exponerse no es lo peor. Al fin y al cabo, podría aducirse que el Sr. Iglesias sólo es un perito que pasaba por allí y las contradicciones de El Mundo (aplaudiendo una obra que lo desmiente) no son problema suyo. El problema son las contradicciones insalvables contenidas en el propio libro que pretende revolucionar la investigación del 11-M. Y es que, en efecto, el vicedirector del referido diario escribe el extenso prólogo de “Titadyn” incluyendo algunos pasajes realmente fabulosos. Merece la pena diseccionarlos con esmero y descubrir hasta dónde llega el ofuscamiento. Parafraseando a Pedro J. Ramírez (EM, 23.7.06), “que nadie se me pierda porque lo de la metenamina es capital”. Así, escribe CGA en el mentado prólogo:

Sánchez Manzano había remitido dos informes sobre explosivos al juez Del Olmo. El primero, con fecha 12 de marzo, incluía los análisis de la Policía Científica correspondientes a la M-1, la M-2, la M-3 y la M-4. Como recordarán, en la madrugada del día 12 de marzo se había desactivado la mochila de Vallecas, cuyo contenido también examinaron los peritos de la Policía Científica (esa muestra es la M-4). Los componentes eran los de la Goma 2 ECO, pero sin metenamina, claro. Y así lo hicieron constar los peritos de la Policía Científica en su informe. Uno de los peritos que participó en dichos análisis me confesó posteriormente: «El explosivo de la Kangoo, de la muestra patrón y el de la mochila de Vallecas eran diferentes. Saltaba a la vista».
Para que todo cuadrase, en el informe que remitió al juez, Sánchez Manzano introdujo el componente metenamina también en el explosivo de la bolsa de Vallecas.

Es decir, la vieja imputación de siempre. Podemos estar casi seguros de que ese perito informante no era otro que el Sr. Escribano [pues a él se refiere en diversas ocasiones García Abadillo en su prólogo como fuente de confidencias y no hay muchos otros candidatos]. Y sólo como detalle marginal: nadie ha dudado de que el explosivo de la Kangoo, la muestra patrón y el de la mochila de Vallecas fueran Goma 2 ECO. En eso estaban y están de acuerdo todos los peritos, incluidos los “independientes”. La única diferencia era la detección de metenamina en dos de ellos (Kangoo y muestra patrón) y no en el tercero (mochila de Vallecas). Tal era la literalidad del informe 173-Q2-04, suscrito entre otros por Manuel Escribano:

La muestra analizada en el presente informe [M-4, mochila] es de las mismas características que las número 2 [Kangoo] y 3 [muestra patrón] del Informe Pericial 173-Q1-04, excepto en lo concerniente a la METENAMINA.

Puesto que dicha sustancia sólo pudo detectarse tras rigurosos análisis químicos, me pregunto cómo es posible que esa única diferencia entre las muestras mencionadas “saltara a la vista”, como afirma el autor de la declaración recogida por Don Casimiro, a menos que el policía de que se trata gozara de una visión que ya querrían para sí algunos enmascarados de cómic. Habida cuenta de lo expuesto también por el mismo Iglesias en lo relativo a la granulometría del almidón (como pronto veremos), diríase que los superpoderes visuales son comunes entre los peritos desafectos a la versión oficial.

Ironías aparte, veamos las implicaciones de todo esto:

a) García Abadillo señala en el prólogo de “Titadyn”, basándose en lo que le asegura un policía (Escribano con toda probabilidad), que el explosivo de la mochila de Vallecas (M-4; informe 173-Q2-04) era distinto (no tenía metenamina) al de las muestras M-2 y M-3 (que sí tenían metenamina; informe 173-Q1-04).

b) En ese mismo prólogo, refiriéndose a un problema que trataremos en otro momento (la aparición en 2007 de DNT y GN en la M-1, pese a que no se habían detectado en 2004 en el correspondiente informe 173-Q1-04), el vicedirector de El Mundo atribuye a M. Escribano la siguiente afirmación:

Si hubiera habido DNT o nitroglicerina lo habríamos detectado, como detectamos la metenamina.

De manera que CGA avala (como no podía ser de otro modo, dada la opinión que siempre le ha merecido) que Escribano no habría ocultado ningún elemento y, en concreto, recogió explícitamente la metenamina cuando la halló. A contrario sensu, cuando no la señaló (caso de la muestra M-4, informe 173-Q2-04), será lógicamente porque no la halló.

c) También en el prólogo, García Abadillo atribuye a Iglesias una opinión elevada de la probidad del Sr. Escribano:

No desaproveché la ocasión, tras mostrarme su escrito, de preguntarle al propio Iglesias sobre el mismo asunto. De hecho, a él también le había preocupado esa incoherencia, toda vez que no ponía en duda que si Escribano hubiese detectado DNT y nitroglicerina lo habría hecho constar en su informe.

Si Antonio Iglesias, según CGA, estima que Escribano habría sido íntegro respecto a la reseña de estos dos elementos, no tiene sentido pensar que su honestidad pericial no se habría extendido a la metenamina. Este punto refuerza al anterior.

d) Tanto Casimiro García Abadillo como Antonio Iglesias saben que Manuel Escribano es uno de los signatarios del tantas veces mencionado informe 173-Q2-04 y así lo reconocen en el libro [aunque no me detendré ahora a elaborar este punto, este reconocimiento explícito es en sí mismo un logro no menor, pues hasta entonces había sido prácticamente imposible encontrar tal admisión en los artículos de El Mundo, con las consecuencias nada triviales que de ello se derivan]. En lo que atañe al Sr. Iglesias, el dato aparece aisladamente en una simple nota a pie de página del siguiente tenor:

El informe 173-Q2-2004 fue elaborado con los datos cromatográficos obtenidos a partir de una inyección de Alfonso Vega, según manifestación suya. Posteriormente alegó que no podía mostrármelo porque había intervenido en aquella operación otro perito del laboratorio de la Policía Científica, concretamente Manuel Escribano. Se da la circunstancia de que este fue el realizador del informe del ácido bórico.

e) En cambio, en el cuerpo principal del libro, el Sr. Iglesias reitera una y otra vez sus dudas sobre la veracidad del informe 173-Q2-04, al no recoger la metenamina.

Y yo me pregunto: ¿Es que los coautores de “Titadyn” no se leen entre sí? ¿Quién hace un uso más liberal de la fidelidad a los hechos? ¿García Abadillo cuando atribuye a Antonio Iglesias una valoración de Escribano como un perito honesto o el propio Iglesias cuando manifiesta sus continuas sospechas sobre el carácter mendaz del informe firmado por Escribano? ¿No es obvia la contradicción entre lo que se afirma en el Prólogo (Escribano no ocultaría elementos) y las continuas y soterradas insidias en el texto principal (el informe firmado por Escribano sí ocultaba un elemento, la metenamina)?

Verdaderamente, la inconsistencia, en las páginas de un mismo libro, no puede ser más insoportable, en particular por su enojosa reiteración: si lo que se dice en el prólogo es cierto, lo que se lee en el libro no puede serlo y viceversa. En medio de ese torbellino de incongruencias, Sánchez Manzano es culpable, en el prólogo, de una fechoría desmentida en el texto principal y el Sr. Alfonso Vega (director de la pericia) recibe palos sin venir a cuento, como presunto y taimado ocultador de cromatogramas para que no se descubra el engaño que absurdamente se le atribuye en exclusiva. Porque no me cansaré de repetir: existe un determinado informe (173-Q2-04) que tiene por autores (junto a un tercero), a un perito malo (A. Vega) y a un perito bueno (M. Escribano). Dicho informe es vituperado constantemente y su veracidad puesta en duda, pero, en dicho contexto denigratorio, las únicas referencias que se hacen a su autoría atañen al Sr. Vega, quedando a salvo el Sr. Escribano, como por ensalmo, de toda alusión a su condición de coautor del informe (salvo, al descuido, en una solitaria nota a pie de página), como si ignorar un problema argumental lo hiciera desaparecer, pese a que, en buena lógica, las sospechas arrojadas sobre el informe deberían alcanzar por igual a todos sus firmantes. Tamaña prevaricación intelectual se halla muy lejos del rigor investigativo. Tan lejos, en verdad, que desde sus márgenes no se divisa la “ciencia” ni con telescopio. Resulta por ello particularmente lacerante que esta impostura se presente bajo la especiosa máscara de la excelencia pesquisidora y la virtud cívica.

Siguiendo en esta línea, en relación con la aparente falta de diligencia de quien tan dispuesto se muestra en cambio a afear la conducta investigadora de determinados policías, me asaltan nuevas dudas. El Sr. Iglesias se queja reiteradamente de que no le hayan dejado ver los cromatogramas del informe 173-Q2-04 (y de ello extrae lúgubres conclusiones), pero, si tanto le interesaban, y en aras de escribir un informe “científico” y riguroso… ¿en los dos años transcurridos entre la presentación del informe de mayo de 2007 y la publicación de “Titadyn” no se ha molestado en pedir copia de dichos cromatogramas al Sr. Escribano, con quien sin duda habrá podido ponerse en contacto por sí mismo o a través de D. Casimiro? O, como mínimo, ¿no ha hablado con él, sabiendo que se comunicaba libremente con el autor del prólogo de su libro?

Para más señas, en el programa televisivo La Hora de Federico (LDTV, 28.5.2009), Iglesias manifestaba:

… el prólogo de Casimiro es suficientemente elocuente como para poner en suerte el resto del libro, que ya es pura ciencia. Y, entonces, en la lectura de esa parte, de esa segunda parte del libro, de lo instructivo que es el prólogo […]. Si me permites, quiero añadir que sin el impulso de El Mundo, concretamente de Casimiro, me temo que ese informe [el que fue la base del libro] hubiera quedado durmiendo la siesta eterna en algún cajón. Me congratulo que haya salido a la luz.

Después de esto, resultaría inverosímil que Iglesias se desentendiera del contenido del prólogo y de la posibilidad de haber contactado con Escribano, que aparece a todas luces como “confidente” de Casimiro. Y, si no ha tratado de solventar sus dudas (o, habiéndolo hecho, no nos comunica el resultado de sus gestiones, obviamente negativas o no habría vacilado en dar cuenta de ellas), su diligencia investigadora deja mucho que desear.

(Continuará)

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