EL FANTASMA DE LAS NAVIDADES ACTUALES (y IV)

EL FANTASMA DE LAS NAVIDADES ACTUALES (y IV)

(Sigue de la entrada anterior)

El cuarto artículo de la serie dedicada a explicar a nuestros lectores determinados puntos de la reciente Campaña Pro Liberación de Zougham encabezada por “El Mundo” tiene como protagonista -bien a su pesar, imagino- al juez Javier Gómez Bermúdez, Presidente de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional y Presidente – Ponente de la Sentencia del Juicio del 11-M.

Dos son los temas principales sobre los que el Diario dirigido por Pedro J. Ramírez Codina basa sus acusaciones (mejor diríamos insidias, acusaciones o, mejor, insiduaciones):

1) La concesión de la Cruz al Mérito Policial (antigua Medalla de Bronce) con Distintivo Rojo.

2) Algunas de sus intervenciones en el Juicio del 11-M (aquellas que “El Mundo” considera reprobables).

==========================================

1) La concesión de la Cruz al Mérito Policial con Distintivo Rojo, en realidad, no es cosa de ahora; viene de hace dieciséis meses.

Cada año, coincidiendo con la festividad de los Ángeles Custodios (2 de Octubre), se entregan las condecoraciones con las que el Ministerio del Interior agradece y recompensa a quienes considera que han llevado a cabo acciones heroicas o dignas de mérito en la lucha contra la criminalidad.

No es la primera vez que Gómez Bermúdez es condecorado. De hecho, como «El Mundo» y sus monaguillos no han dejado de recordar, en 2008 recibió la Cruz al Mérito Policial (con distintivo Blanco) (amargamente protestada desde los medios conspiracionistas) y la Medalla al Mérito Social Penitenciario y, como consecuencia de su intensa actividad judicial, se le han otorgado otras condecoraciones que sería largo e improcedente detallar.

Tampoco es, ni muchísimo menos, el único en recibirlas. En el año 2010 se entregaron más de cuatro mil condecoraciones según la propia información de “El Mundo”.

No hagan mucho caso de las hipócritas jeremíadas de Fernando Lázaro, protestando porque, “en un año de crisis” se mantenga “el mismo nivel de preseas pensionadas que el pasado año”. No sé ustedes, pero yo creo que hay que ser muy ruin – o muy zoquete – para sugerir que a un funcionario, ya reducido el sueldo por causa de la crisis, le rebajen también los premios por actos heroicos, esforzados o valientes. Hay que ser … Fernando Lázaro, precisamente; quien, sin embargo, refunfuñaba por la tardanza en la concesión de la Cruz con distintivo rojo al TEDAX “Pedro”. Sí, aquel valeroso TEDAX a quien él, y sus congéneres de “El Mundo”, Libertad Digital, Peones Negros, César Vidal, etc, insultaron, injuriaron y menospreciaron, repartiendo calumnias sobre su heroica actitud al desactivar la mal llamada mochila “de Vallecas”.

Quizás algún despistado lector objete: “Pero el juez Gómez Bermúdez no es del Cuerpo de Policía«. Cierto, cierto. Pero dichas preseas (que diría Lázaro) no se conceden simplemente a la Policía, sino también –justa o injustamente, que no es ésa la cuestión ahora- a otras personas que se han significado en la lucha contra la delincuencia.

Todos los años se entregan condecoraciones a jueces que, según el Ministerio del Interior, han demostrado colaborar con la Policía, haciendo su trabajo más fácil; sin ir más lejos, en 2007 se concedió la Cruz con distintivo rojo al juez Torres  (caso Malaya) y con distintivo blanco a la juez Gayarre (caso Benidorm); y lo mismo con otras personalidades o entidades que –según el Ministerio del Interior- han trabajado codo con codo con las fuerzas policiales.

Pero volvamos a 2010, el año que nos ocupa. Más de doscientos setenta personas ajenas a los Cuerpos de Policía fueron – como Gómez Bermúdez- distinguidas con Cruces al Mérito Policial. Dos de ellas, -como Gómez Bermúdez – recibieron la Cruz al Mérito Policial con Distintivo Rojo: Fernando Grande-Marlaska y Javier González Mota.

Sobrará informar, para quien conozca los manejos conspiracionistas, que casi nadie se ha enterado de que estas dos personas han “prevaricado” -según rasero de las fuentes conspiracionistas- como el juez Gómez Bermúdez. Traduciendo para el profano, ni Grande-Marlaska ni González Mota han merecido las “atenciones” de la prensa “afín” al conspiracionismo, ni las correspondientes acusaciones de aceptar dádivas y premios, o ser un juez vendido, pese a estar en el mismo caso. La ya tradicional torticería en la argumentación de “El Mundo” llegó a citar como relevante que Gómez Bermúdez iba citado en primera posición de su grupo… dato que no establece absolutamente ninguna diferencia en cuanto a la condecoración ni a la pensión (caso de que sea recompensada económicamente).

Pero ¿merecen los citados la Cruz al Mérito Policial concedida? Veamos, las condiciones necesarias para merecerla:

a) herido en acto de servicio o por causa de él (excepto accidente, impericia o imprudencia).

b) tres o más servicios en los que medie agresión con armas, aún sin resultar herido.

c) hecho abnegado o que manifieste alto valor, en circunstancias de peligro para su persona, con utilidad para el servicio o prestigio para el Cuerpo.

d) conducta que merezca especial recompensa por hechos distinguidos y extraordinarios con patente riesgo o peligro personal.

No somos nosotros quienes debemos juzgar los merecimientos de Gómez Bermúdez y opinar si proceden, o no, las condecoraciones otorgadas; después de todo, Gómez Bermúdez, como Juez de Vigilancia Penitenciaria, sólo se opuso a la mejora de prebendas que los condenados por terrorismo hacían valer al cambiar de Centros Penitenciarios; y unificó, y de alguna manera racionalizó, los criterios de aplicación de la Ley y el Reglamento Penitenciario a los reclusos condenados por terrorismo, lo cual le supuso constantes amenazas del entorno etarra. Y como Presidente y portavoz del Tribunal de la Audiencia Nacional (constituido por tres jueces) que juzgó el 11-M, sólo condujo a llevar a buen puerto el juicio más complicado de la historia de España, y el juicio más limpio y ejemplar que se ha llevado a cabo en el mundo entero (piensen en el 11-S, el 7-J de Londres, los atentados de Bombay, etc) relacionado con atentados de esta magnitud.

Sin embargo, una lectura apresurada pero exhaustiva de los premiados puede hacer pensar que alguno de ellos tiene lejanísima relación con el mundo polícíaco y judicial; por ejemplo, la directora general de Asuntos Religiosos de la Generalitat de Cataluña, Montserrat Coll; o el Deán-Presidente y Administrador de la Catedral de Mallorca, Joan Darder; Juan María Nin, director general de La Caixa; Directores de Seguridad e Empresas privadas; la Real Venerable e Ilustre Cofradía de Nuestro Padre Jesús del Perdón y María Santísima de la Aurora, o muchos más.

Casi hasta parece raro (¿verdad que sí?) que “El Mundo”, y Fernando Lázaro en particular, no se hayan preocupado con antelación de este fenómeno, ni de buscar los tres servicios de armas, o el patente riesgo personal, en los distinguidos servicios prestados por los Capitanes Truenos citados cuyo valor ha ido siendo recompensado durante estos años, y casi extraña que sólo saquen el tema cada vez que se condecora a uno de sus «jueces malditos«. O catorce meses después, para atacar la credibilidad de unas testigos (y víctimas del terrorismo reconocidas).

Cosa diferente es si deberían concederse estas condecoraciones a personas que no pertenecen a los Cuerpos de Policía. Algunos sindicatos de policía protestan sistemáticamente contra esto (véase, como simple  ejemplo, el comunicado del SUP ante la concesión de condecoraciones de 2009). Y, obviamente, se trata de una opinión de lo más cualificada, puesto que se trata de los representantes sindicales elegidos por aquellos que ponen en riesgo su vida por defender la Ley y la Justicia.

Parece más legítimo que CEP o SUP deseen que las recompensas sean concedidas exclusivamente a los funcionarios policiales de a pie. Aunque quizás no se hayan parado a pensar que un juez (o cualquier otro funcionario del Ministerio de Justicia o Interior) puede merecer, por su trabajo constante en la persecución del delito y la facilitación de la labor policial, el agradecimiento del gremio. Apuntado queda.

Y un sencillo, a la par que instructivo, cálculo con los deditos de las manos y poco más, nos permite darnos cuenta de que si en el año 2000 se concedían unas 1400 medallas; si, como el SUP afirmaba en un artículo ya citado, en 2009 se habían entregado «más de 2700 medallas» y en 2010, según información también enlazada de «El Mundo» se iban a imponer «más de 4.000 condecoraciones de diferentes tipos y colores a policías, guardias civiles y personal de la Administración General del Estado» –otras fuentes hablan de algo más de 3500-; y si, de ellas, aproximadamente 275 -obsérvese el Alegre Festival de Redondeos que disminuye a 250 en «El Mundo« y eleva a 300 en el titular de «El Confidencial«– fueron otorgadas a «personas ajenas a la corporación»… no hace falta ser un águila -o a lo mejor sí, para los estándares de algunos reresentantes sindicales- para darse cuenta que el número de policías premiados (y seguramente también entre los «de a pie«) ha aumentado prodigiosamente. Cosa que a mi me parece, como he dicho, extraordinario.

Otra cosa es, claro, que el criterio de valoración para condecorar no coincida con las preferencias sindicales… pero esa es otra historia, y deberá ser contado en otro momento; piense el SUP, en todo caso, si “El Mundo” y, en concreto, Fernando Lázaro (“pese a la dura crisis que vivimos, seguirá manteniendo el mismo nivel de preseas pensionadas que el pasado año”) resulta aliado en quien confiar para esa guerra.

2) Las “denuncias” de “El Mundo” por la labor del juez Gómez Bermúdez durante el Juicio del 11-M darían juego, por sí mismas, para editar una “Manual del cinismo”.

En primer lugar, nunca está de más recordar que Gómez Bermúdez fue, simplemente, UNO de los tres jueces -aunque ejerciendo como Presidente y portavoz- que dictaron la sentencia por la que se determinó la autoría islamista de los atentados, y se condenó a una serie de personas como autores materiales, colaboradores necesarios, pertenecientes a banda armada… en suma, por su participación, en diferente grado, en la masacre del 11-M.

Considerando ésto, parecería muy raro que, de haber algún tipo de juego sucio (cohecho, extorsión, soborno, prevaricación) por el que hubiera que comprar el silencio, o premiar los servicios [deshonestamente] prestados de Gómez Bermúdez mediante un trozo de metal y un aumento de sueldo de unos cien euros al mes (que vaya birria de alma debe tener quien se vende por tan poco) no se haya caído en premiar también a los otros dos jueces, García Nicolás y Guevara, siquiera con otra condecoración y un abono para el Bernabeu… Que, si bien participaron menos en el naufragio judicial, político y cívico del 11-M (Federico Jiménez dixit) algo les debió tocar, aunque sea de rebote, de la gloria que irradiaba de quien Del Pino consideraba Un buen Juez… antes de que se le llenara el camarote de gente que decía haberle oído pestes contra los perjuros que iban a salir en comandita “Caminito de Jerez”.

Desde luego, la participación de Guevara y García Nicolás en la dirección el juicio fue menor a la de Gómez Bermúdez, como correspondía al hecho de que éste último fuera Presidente y Portavoz -y de allí, seguramente, se derive la concesión de la medalla para él-; pero de ahí a adjudicarles la categoría de Don Tancredo, o de pedazos de granito con togas, media un abismo.

Se horroriza “El Mundo” porque, entre las razones por las que la medalla es concedida, se encuentran «su compromiso con los funcionarios que realizaron la investigación» «su papel fue fundamental para reconducir las numerosas divergencias relacionadas con los medios de prueba… no permitiendo que el juicio derivara en derroteros confusos»; “lograr que los testimonios de la Policía -especialmente de las comisarías de Policía Científica e Información- resultaran determinantes»” y  “siempre mantiene con los responsables del Cuerpo Nacional de Policía una actitud de plena colaboración, asesorando sobre aquellos aspectos de difícil encaje dentro de la investigación”.

La conclusión de “El Mundo” es que pedir una medalla para un juez con estos argumentos demuestra, sin lugar a dudas, “cómo desde el punto de vista de la policía controlada por Rubalcaba era percibido como un juez parcial y, por ende, prevaricador”.

Demoledor. Ya me sospechaba yo que “El Mundo” prefiere aquellos jueces que pasan de los funcionarios que realizan la investigación, que permiten que las divergencias testimoniales conviertan la Sala en un gallinero, que desvaloriza e inutiliza las declaraciones policiales y que humilla y ridiculiza a los responsables del CNP; sin duda, un juez adornado de tales jaeces puede ser candidato a una medalla sin que se le acuse por parte de “El Mundo” de parcial y prevaricador.

Mucho más (pero muchísimo más) podríamos escribir sobre lo que ha hecho a “El Mundo” cambiar su punto de vista sobre Gómez Bermúdez; desde un juez honrado, independiente, prudente, el mejor juez que se podía elegir, a un facineroso que se saca mentiras de la toga como conejos de la chistera. También podríamos recordar que ya el Juez Del Olmo pasó, «en horas veinticuatro«, de héroe a villano (permítaseme la licencia literaria).

Pero dado que deseamos acabar este relato antes de Diciembre de 2012 (no vaya a acabarse el mundo, como dicen que profetizaron los mayas, y fuera ocioso entonces ir contestando las patrañas de Pedro Jota) nos limitaremos a dar respuesta a las patrañas más recientes, que coincidieron casi en el tiempo con la “resurreccion del caso de la medalla”: las insidias sobre su conducción de los testimonios de las testigos rumanas que vieron a Jamal Zougham en los trenes.

Como ya hemos visto en artículos anteriores de esta serie, el punto «fuerte» de las «novedades» presentadas por «El Mundo» consistía en un ataque a la credibilidad de las declaraciones de los testigos que, habiendo reconocido a Jamal Zougham en los trenes objeto de los atentados de Madrid, fueron aceptados como testimonios «sin fisuras» por el Tribunal.

Recordarán ustedes que el testimonio del primer testigo, nominado R-10, era presentado como falto de valor por «Casimiro & Manso» en un artículo del que, lo menos que se puede decir, es que parecía una broma transilvana a los incautos periodistas con repletas carteras.

Al día siguiente, 6 de Diciembre, la segunda testigo, (J-10) es retratada como una aprovechategi sin entrañas cuya característica más objetiva es la de ser la «falsa víctima» más ineficaz de la historia que, para ver reconocida su condición -pese a contar con el apoyo de cloacas, jueces corruptos, fiscales prevaricadores, manjónidas asociaciones de víctimas sin escrúpulos, presiones rojiprogres, campañas prisaicas y demás cantinela a la que «El Mundo» ya nos ha acostumbrado- necesitó una inusual cantidad de gestiones y -sobre todo- un correcto asesoramiento de la Oficina de las Víctimas (que para eso está) hasta lograr ser escuchada.

Y, finalmente, el día 7 de Diciembre, «El Mundo» carga contra C-65, a la que se presenta poco menos que como «Vito Corleone femenino» de la comunidad rumana de Madrid, con un bagaje de «pruebas« poco menos que escuálido de contenido: una soporífera historia de cuñaos, hermanos quemeparecenraros, noncreyendos y otras patibularias informaciones cuyo estilo ya es común en «El Mundo de Casimiro«.

Pero volvamos al día anterior, -6 de Diciembre- y fijemos nuestra atención en otro artículo del mismo enlace: «¿Por qué tarda un año en declarar?».

Allí tenemos, desde el pitido inicial del partido, un ataque directo a la conducta profesional de Gómez Bermúdez:

Bermúdez impidió dos veces que la testigo J-70 respondiese a la pregunta clave

El presidente del tribunal del 11-M, Javier Gómez Bermúdez, impidió en dos ocasiones durante el juicio que los abogados de las defensas pudiesen preguntarle a la testigo J-70 por qué tardó casi un año en acudir a denunciar a Jamal Zougam si su amiga, la testigo C-65, lo había hecho tantos meses antes.

La actuación de Bermúdez impidió conocer cuál podía ser la motivación de la testigo, dato determinante para valorar su fiabilidad, según expone el propio Tribunal Supremo, y que, sin duda, habría tenido un notable impacto ante la opinión pública. Fueron múltiples las ocasiones en las que el presidente del tribunal interrumpió el interrogatorio a las testigos que dijeron haber visto a Zougam en la sesión del juicio del 13 de marzo de 2007, pero dos destacaron por encima de las demás.

Pongamos aquí, para permitir a los lectores una fácil información sobre los asuntos tratados, la transcripción del testimonio de J-70 ante la Audiencia Nacional y, por si es necesario, el de C-65.

Casi no nos enteramos -si lo dicen más veces, revientan- de que «Casimiro & Manso» creen que el juez «impidió» que la testigo respondiese a una cuestión: por qué declaró haber visto a Zougham varios meses después de lo que lo hizo su amiga (C-65).

Todos los párrafos de la introducción del artículo están repletos de comentarios sesgados y manipulaciones varias; por ejemplo, la pregunta en cuestión es considerada «la pregunta clave» (obviamente, lo crucial es si reconoció, o no, a Zougham como la persona que vio en los trenes); asegura, alegremente, que la actitud de Gómez Bermúdez»impidió conocer cuál podía ser la motivación de la testigo» (tal pregunta, aún en el caso de tratarse de un testimonio falso, dudosamente hubiera llevado a un derrumbamiento de la testigo con confesión lacrimógena de la culpabilidad de C-65); se adjudica la categoría de «dato determinante para valorar su fiabilidad, según expone el propio Tribunal Supremo» (¿el mismo Tribunal Supremo que consideró «fiable y sin fisuras» dicha declaración?); para terminar con que «Fueron múltiples las ocasiones en las que el presidente del tribunal interrumpió el interrogatorio a las testigos«… pero sólo hablaremos de dos, que estamos desganaos.

Nosotros a lo mejor tenemos más ganas de revisar los documentos y encontramos alguna interrupción más, y entendemos el trabajo de los jueces.

Recordemos que la función de los jueces en el ordenamiento jurídico español es, podríamos decir, garantizar (con imparcialidad, independencia y responsabilidad) la tutela judicial efectiva asegurada a todos los ciudadanos por la Constitución, incluyendo a los acusados, pero también a los testigos. En su lugar, el cometido que parece asignarles Don Casimiro –quizás basándose en series norteamericanas poco realistas- consiste en dormitar mientras el abogado defensor bueno acosa al testigo, responder «¡Se admite!» a cualquier objeción del abogado y «¡Denegada!» a cualquiera del Fiscal y, como mucho, dar un mazazo cuando el abogado defensor consigue confundir al testigo y demostrar que, en realidad, es el asesino.

Así pues, la labor de los tres jueces del 11-M (no sólo Gómez Bermúdez) era también conseguir que se conociese la verdad; que una testigo extranjera no fuese enredada en argucias por su escaso conocimiento del español; que no cayese en preguntas-trampa y falacias lógicas de todo tipo; que no fuese insultada, que no se hiciesen juicios de valor sobre ella, basándose en su etnia, nacionalidad o bajo poder adquisitivo o medio social…  ¿Está claro?

Así, la primera interrupción de Gómez Bermúdez fue una que no citan «Casimiro & Manso«; tras declarar la testigo, a preguntas de José Luis Abascal, abogado de Zougham, que no vio, «desde el 11 de marzo al 12 de Abril«, noticiarios ni periódicos que tratasen sobre el 11-M:

Defensa Zougham: … ¿No vio ninguna noticia acerca de los atentados en todo ese tiempo? Se lo digo porque es extraño que una persona que estuviera

Gómez Bermúdez: Esa parte ya sobra. Si es extraño o no ya lo veremos. Esa parte sobra. Además, pregunte directamente. Le estoy dejando porque es la defensa implicada. Puede preguntarlo directamente: si vio la fotografía de su cliente antes en prensa y acabamos antes. Que no es por acabar antes, sino por ser…

Pregunta impertinente (lo que opine el abogado sobre la conducta de un testigo y Víctima del Terrorismo nos trae al pairo),  irrelevante (¿qué validez jurídica puede tener lo que le parezca extraño a un abogado?), e insensata, si tenemos en cuenta la GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS PARA LA LABOR PSICOSOCIAL CON LA POBLACIÓN INMIGRANTE VÍCTIMA DEL TERRORISMO que publica la Asociación de Ayuda a las Victimas del 11-M:

–    las dificultades en el idioma han impedido poder acceder de manera sencilla a los recursos de los que disponían

–    por miedo a las represalia por no tener los papeles regulados, muchos se escondieron durante los primeros momentos, y no pidieron ayuda

–    o bien porque no se podían permitir una baja laboral debido a las graves consecuencias en sus débiles economías y por tanto no pidieron ayuda y no recibieron tratamiento psicológico

Hemos encontrado, que un 60% de esta población que pidió ayuda psicológica a la asociación, lo hizo entorno[sic] al año y medio después de los atentados, en adelante. Los motivos que nos han descrito, se basan fundamentalmente, en que las necesidades de regulación de bajas, ayudas económicas, papeles, y tramitaciones médicas, han tomado un papel prioritario por encima del shock emocional en el que se encontraban.

El valor de esta publicación es tanto mayor cuanto que la firma la conspiracionista AAV11M; antaño acusadora de Zougham (pidió para él porronmil de años de cárcel) y actualmente (una vez dictada sentencia y concedidas indemnizaciones) inestimable colaboradora de «El Mundo» y «Libertad Digital» en su campaña Free Zougham. Por cierto que cuenta como abogado de cabecera a José María de Pablo, cuya deriva también es reseñable: de rajador inmisericorde a favor de las testigos cuando podía atacar a la Fiscalía (con Luis del Pino y César Vidal, y aquí con César Vidal) a fustigador conspiracionista de las testigos en este momento.

Pasemos a la siguiente interrupción de Gómez Bermúdez:

Defensa Zougham: …pregunto que si su amiga, al igual que ella dice que no fue directamente la afectada por el  empujón, por otro empujón, que si su amiga no vio la cara de esta persona que ella sí dice reconocer.

Gómez Bermúdez: ¿Que si su amiga no vio la cara que…? ¿Cómo va a saber ella que si amiga vio la cara de la persona…?

¿Lo cualo?

Abascal se ha vuelto a cubrir de gloria al preguntar a la testigo si su amiga vio al acusado.

Y más:

Defensa Zougham: ¿No ha hablado usted con su amiga después de aquellos incidentes?

Gómez Bermúdez: La pregunta así formulada y en atención además al dominio del español que es suficiente y muy bueno, pero no perfecto, es claramente capciosa.

Pregunta capciosa, en efecto; probablemente el abogado quiso preguntar si habían hablado sobre la declaración; esto es, si se habían puesto de acuerdo en el testimonio; sin embargo, la pregunta, así formulada, tiene trampa: si la testigo responde que no han hablado en tres años, suena raro, puesto que son amigas; si responde que sí han hablado (aún sin especificar de qué) el abogado puede introducir la falsa presunción de connivencia. De hecho, Abascal no reformuló la pregunta tras ser corregido por el juez, como si en realidad no le interesase conocer dicha información.

Y siguiendo con esas «multiples» ocasiones en las que el juez interrumpió el interrogatorio (y que al final Casimiro, presa de un -suponemos- ataque de vergüenza propia, deja en dos) tenemos un momento en el que Abascal, a manera de los Cicutas del «Un, dos, tres…» hace sonar las bocinas porque cree haber descubierto la «¡ajajá!, Contradicción Definitiva«:

Defensa Zougham: ¿Salió del vagón en que usted iba esta persona?

Testigo: Sí; ha pasado al otro.

Defensa Zougham: ¿Se fue a otro vagón?

Testigo: Sí.

Defensa Zougham: Esto usted no lo declara en su primera declaración.

Testigo: Sí, ha… está abriendo la puerta y sí que ha pasado. Abriendo la puerta y… pasó en la otro, claro.

Defensa Zougham: Señoría, ruego se exhiba la declaración, porque existe contradicción

Perfección de la rima -recitada con voz de trueno- en la última frase aparte, el Gozo conspiracionista se diluyó en un Pozo cuando se exhibió el folio en cuestión, pues en él no se hablaba de los desplazamientos del sospechoso, ni siquiera se registraba si este asunto se trató en la declaración. Abascal, que creía haber visto un lindo gatito, se fue empequeñeciendo, hasta terminar diciendo:

Defensa Zougham: En todo caso, aporta datos nuevos.

Como si aportar un dato nuevo en el juicio oral (el que tiene validez real) sobre un punto sobre el que no se preguntó en la declaración anterior, tuviese alguna trascendencia.

Pasamos luego al defensor de Rafah Zouhier; quien, justo antes de la primera de esas intervenciones que tan perversas le parecen a «Casimiro & Manso«, protagonizó la anécdota, ya relatada, de poner en duda la credibilidad de la testigo por no recordar bien el color de una prenda vista fugazmente hace tres años, mientras él no es capaz de recordar lo leído hace diez minutos:

Se dice al final que la mochila es color azul oscuro.

[…]

Simplemente dice que es oscuro, no azul, pero dice que es oscuro.

Y llegamos al primer ejemplo citado por «El Mundo»

Defensa Zouhier: Sí, con la venia. ¿Por qué tarda un año en ir… un año y dos meses desde que ocurren los hechos hasta que va a comisaría a prestar declaración?

Gómez Bermúdez: No ha lugar a la pregunta. En primer lugar, no va a comisaría con lo que el presupuesto es falso. En segundo lugar. La respuesta la tiene usted en el propio sumario. Mire: y es que pasa por la oficina de atención a víctimas y es ahí donde la remiten al juzgado.

La pregunta es claramente capciosa, pues incluye en la cuestión datos que son falsos; es el típico ejemplo de la Falacia de pregunta compleja o plurium interrogationum. Es el mismo ejemplo de las preguntas «¿Has dejado de pegar a tu esposa«? o «Cuando salió con el botín del banco ¿echó a correr?» en las que una respuesta «» o «no«, significan aceptar la premisa (con frecuencia falsa) incluída en la pregunta.

La respuesta válida podría ser: «No, no tardé catorce meses en ir a prestar declaración, y no, no fue en la comisaría«. Ahora bien el ordenamiento jurídico español no permite este tipo de argucias -destinadas a veces a engañar a los testigos y al Tribunal- y menos cuando hay grandes posibilidades de que la testigo no haya entendido bien la pregunta del abogado. Gómez Bermúdez, por tanto, interviene correctamente. Hagamos notar que el abogado tampoco reformula la pregunta, cosa que podría haber hecho perfectamente.

Algo parecido ocurre poco después con la defensa de Agliff «El Conejo«:

Defensa Agliff: Con la venia de la sala. Al hilo de la pregunta del compañero que me ha precedido, usted ha dicho lo siguiente: hasta el 2005 no ha visto la fotografía que acaba de enseñar, pero quiere decir que algún día la ha visto. Puede decir a qué día empezó a ver…

Gómez Bermúdez: Vamos a ver, lo que no puede hacer es hacer usted una pregunta sacando primero usted la conclusión. Porque claro, si usted saca su propia conclusión y esa conclusión…

El error del abogado es bastante claro, y producto posiblemente de su regular dominio del español: la testigo dice no haber visto la fotografía hasta que le enseñaron el álbum para los reconocimientos. Chalaris se hace un lío diciendo que eso demuestra que la ha visto. En realidad, la testigo ha dicho que ha visto la foto, pero eso no demuestra nada, o de ello no se deduce nada. Es una simple declaración.

Pero no acaba allí la cosa. El abogado se embarulla aun más, porque pretende que la testigo ha afirmado que, después de los reconocimientos en fotografía y rueda de recnocimiento, no ha vuelto a ver fotos de Zougham.

Defensa Agliff: El objeto de la pregunta es el siguiente: acaba de preguntar que incluso, incluso después de ir no lo ha visto jamás en los medios de comunicación.

Gómez Bermúdez: Vale. No ha lugar a la pregunta. Otra pregunta.

Ciertamente, no se entiende muy bien el objetivo de la pregunta, pero es que Chalaris se equivoca. Lo que dijo la testigo fue:

Defensa Zougham: ¿Y jamás había visto la foto de Jamal Zougham en ninguna televisión, en ningún periódico, en ninguna revista, en ningún… en internet, ni en ningún lado?

[…]

Testigo: Hasta en este tiempo, perdona. Hasta en este tiempo no.

Léase la frase en su contexto, y se comprende sin dificultad que la Testigo, con «este tiempo» se refiere al momento en que le enseñan las fotos de reconocimiento (12 de Abril de 2005) y no al momento en que se le está interrogando, en 2007

Defensa Agliff: Hasta el 2005, que usted acaba de decir que no lo ha visto. Entonces cómo eh… cómo usted explica eh… que en… que su, entiendo que la otra, la otra señora que ha… que ha testificado es su amiga, porque los elementos que ha… que ha testificado que la ha tocado en el hombro, tiene distintas fechas. Mi pregunta es…

GB: ¿Cómo que tiene distintas fechas? Señor letrado, lo que tiene distintas fechas es la declaración.

[…]

Defensa Agliff: Sí. Mi pregunta es exactamente esta. ¿Por qué tiene distinta fecha de la otra…?

GB: ¿Cuál es la fecha distinta, señor letrado? Por favor. Es que sigo sin entenderla hasta yo. ¿Cuál es la fecha distinta? Vamos a ver: una testigo es llamada por la policía. Eso está en el sumario y [lo puedo decir] porque ya ha pasado. Y esta testigo no aparece hasta que la reconocen en la oficina de víctimas.

Cuatro años después de esta declaración, «El Mundo» pretende que el abogado pretendía «preguntarle a la testigo J-70 por qué tardó casi un año en acudir a denunciar a Jamal Zougam si su amiga, la testigo C-65, lo había hecho tantos meses antes

Pues igual. Vaya usted a saber. Porque lo que, literalmente, está preguntando Andrea Chalaris es por qué la testigo J-70 declaró varios meses después que su compatriota, C-65. Y Gomez Bermúdez le responde correctamente, que eso no se lo pregunte a la disciplinada y obediente testigo, sino a quien la citó. Y, con todo lo simpático que nos cayó el abogado, miren ustedes… haber buscado un intérprete; a ver si le van a echar la culpa a la testigo de los líos montados con Chalaris.

Y con esto ya hemos acabado con Chalaris. Pero no con la intervención de Gómez Bermúdez en los interrogatorios de las testigos rumanas. Seguramente no es casual que «Casimiro etc» no citen las «interrupciones» de Gómez Bermúdez en el interrogatorio de la Defensa de Zougham a C-65, ante lo que bordeaba el acoso a un testigo (y víctima del terrorismo, no lo olvidemos)

Testigo: Sí la he visto, que estaba a un metro de mí, cómo no puedo verle que le empuja, si estaba cerca de mí a un metro…

Defensa Zougham: Y ¿por qué cuando su declaración cree que le empujó?

Gómez Bermúdez: … ¿Qué está diciendo señor letrado? Yo entiendo que es la defensa del procesado y estoy dando el máximo margen posible, pero sin confundir a la testigo. Ese es el límite.

Testigo: No, no. No. Yo no tenía fuerza para mirar ni la tele ni el periódico.

Defensa Zougham: En cambio sí tuvo fuerzas para ir a declarar el 1 de abril…

Gómez Bermúdez: La pregunta es impertinente, pero impertinente en el sentido literal de la palabra, señor letrado. Una cosa es el derecho de defensa y otra cosa rebasar ampliamente las reglas mínimas de educación.

Cabe preguntarse la actitud de «El Mundo» si un abogado del entorno etarra hubiera tachado de caradura fingidora que sólo se levanta para poner denuncias a una víctima del terrorismo de ETA…

Defensa Zougham: A raíz de… de su condición de testigo protegido, ¿Ha adquirido usted la residencia española o la nacionalidad?

Gómez Bermúdez: Así formulada no es correcta la pregunta.

Nueva falacia de pregunta compleja, y nueva insinuación de que los rumanos vienen aquí a arrebatarnos nuestros trabajos y nuestras indemnizaciones por víctimas del terrorismo.

Defensa Zougham: [refiriéndose a otra testigo que nadie, ni Abascal, había llamado a prestar testimonio] ¿Y cómo es que no ha venido a declarar?

Gómez Bermúdez: ¿Usted lo ha propuesto, señor letrado? Impertinente. Otra pregunta.

Cómo sería la cosa, que Abascal, en un momento en que se vio a la testigo especialmente emocionada, se sintió obligado a pedir perdón:

Defensa Zougham: Disculpe por el interrogatorio.

Asumamos que los abogados -a pesar de que, en ocasiones, se mostrasen especialmente duros con los testigos- después de todo no hacían más que cumplir su función (a diferencia de algunas acusaciones que yo me sé). Sin embargo, si ese es su trabajo, también lo es el del Juez que no permite el acoso a un testigo si ello puede significar desvirtuar la verdad. Y eso, ni más ni menos, es lo que hizo Gomez Bermúdez. Sus intervenciones se limitaron a excluir preguntas capciosas, mal formuladas o sintácticamente incomprensibles.

Por otro lado, para terminar, pongamos de relieve un trascendente detalle: «El Mundo» pone, por boca de «Casimiro blablabla«, sus propias intenciones en las preguntas de los abogados; es decir, como en una especie de «cuento de la lechera«, supone con poco fundamento que, en realidad, los letrados querian preguntar tal o cual cosa,que la testigo no hubiera podido responder,cayendo en shock emocional, pero que Gómez Bermúdez lo impidió, y que por esó fue condenado Zougham.

Pues… Qué quieren que les diga. Yo no vi a ningún abogado preguntar, clara e inequívocamente, por lo que dice «El Mundo» que estaban preguntando:  «¿Por qué, señora testigo, no dijo en sus primeras declaraciones, que había visto a Zougham?»

A lo mejor es porque ya sabían la respuesta: porque no sabía que había visto a Zougham.

Esta entrada ha sido publicada en Artículo Firmado, C. García Abadillo, Comentaristas, Consideraciones jurídicas, Enigmas de Luis del Pino, F. Jiménez Losantos, Otros Libertad Digital, Pedro J. Ramírez, Terrorismo Islamista y etiquetada como , , , , , , , , , . Guarda el enlace permanente.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *