Presentación y Declaración de Principios

¿Por qué di en agregar a la infinita
serie un símbolo más? ¿Por qué a la vana
madeja que en lo eterno se devana,
di otra causa, otro efecto y otra cuita?    

El Golem, Jorge Luis Borges

¿Una bitácora anticonspiracionista? ¿Para qué? ¿Qué posible utilidad podría tener el trabajo de Sísifo que representa refutar las teorías conspiracionistas sobre el 11-M? Son buenas preguntas, pero tal vez tardías. Todos los que escribimos en esta bitácora colectiva tomamos la decisión, hace ya muchos meses, de enfrentarnos a las teorías conspirativas que pululaban por la Red, haciéndose eco a su vez de las que publicaban los medios y políticos favorables a dichas teorías.

Nuestra motivación para esta prédica en el desierto es y ha sido siempre ética y cívica, y con ello no queremos decir que los que discrepan de nosotros sean inmorales o incívicos. Simplemente decimos que nosotros sentimos la absoluta necesidad, como ciudadanos y como personas, de combatir lo que, estamos persuadidos, es la mayor colección de peligrosas ficciones que se ha contado en la España democrática.

En el fragor del debate es fácil olvidarlo: hablamos del mayor atentado terrorista de la historia de España. Casi doscientos muertos. Mil trescientos heridos. Miles de familiares, amigos y conocidos de las víctimas golpeados por la tragedia. Y dos años después, todos ellos tienen que desayunarse día sí y día también con alguien removiendo el 11-M una y otra vez. A los que han creído las teorías conspirativas los han instalado en un estado de angustia. La experiencia traumática que supuso la pérdida de seres queridos se convierte ahora de pronto en una oscura trama política en la que sienten que el gobierno y parte de la sociedad les ha abandonado. Ineluctablemente, se sentirán defraudados por la justicia española, de cuyo veredicto nosotros no dudamos ni un instante. Alguno estará convencido de que el gobierno está negociando ahora mismo con los culpables del 11-M. Y a los que no creen dichas teorías el constante recordatorio les hace pasar por la amarga experiencia de que se utilice su desgracia como instrumento para impulsar mezquinos intereses políticos, que sean considerados traidores a sus muertos por no comulgar con las versiones conspirativas, que pasen por la terrible experiencia de que, con cada vez más insistencia y claridad, ciertos medios y ciertos políticos se pongan al servicio de la defensa de los presuntos terroristas procesados por el terrible acto que les arrancó a sus seres queridos, que marcó sus propias vidas.

Nos rebelamos ante ello. Nos gustaría que las víctimas que desgraciadamente han caído, de buena fe, en las creencias conspirativas se persuadan de que al condenar a los procesados se hará justicia, y que las que han sido sometidas al indecente juego político, las que han sufrido ataques rastreros e injustos, sientan que hay alguien que combate a su lado, que quiere reivindicar su verdad, que no será otra, sin la menor duda, que la verdad judicial. Prestaremos particular atención, durante el juicio, a que si algunos han elegido estar del lado de la defensa, el lado de las acusaciones particulares se sienta apoyado con sólidos argumentos. Esta es, nos parece, la llamada de la ética. En ese sentido, hacemos llegar a todas las víctimas y afectados del horrible atentado nuestro más sincero afecto y nuestra indignación ante la helada y egoísta utilización de su dolor.

Nunca será nuestra intención trivializar en nombre de mezquinos sectarismos estos horribles hechos y el dolor que causaron. Si alguna vez alguna víctima o afectado considera que hemos pecado de insensibilidad, le rogamos que nos lo diga y contará con nuestra inmediata disculpa y la corrección del entuerto. Pero así como nosotros no queremos apropiarnos de las víctimas, no permitiremos de modo alguno que nuestros adversarios lo hagan y nos dirijan reproches en su nombre. Demasiado ha ocurrido ya esa obscena apropiación, y desde aquí lanzamos un llamamiento para que cese de inmediato.

Pero también hay una llamada cívica. Hablamos también como ciudadanos que asisten con estupor a la descalificación sistemática de todas las instituciones y todos los funcionarios públicos que por una razón u otra se han interpuesto en el camino de las teorías conspirativas. En efecto, estamos presenciando la mayor ofensiva que se recuerde contra las instituciones españolas, y muy especialmente contra las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y contra la judicatura, que inevitablemente ha instruido un sumario opuesto a las teorías conspirativas, y muy probablemente dictará sentencias sustancialmente en línea con las conclusiones de dicho sumario.

Siempre ha habido teorías conspirativas. La gran novedad del 11-M es que los proponentes de dichas teorías han encontrado cajas de resonancia en algunos de los medios de comunicación más importantes del país, y en ciertos sectores del principal partido de la oposición, todo ello, evidentemente, en diversos grados. Esto es lo asombroso y lo que nos escandaliza. ¿Imagina alguien al Washington Post haciéndose eco de las teorías conspirativas del 11-S, con algún eco de simpatía por parte del Partido Demócrata? Pues es lo que está pasando aquí y ahora.

No nos mueve ningún interés político. Somos personas de ideologías diversas, sin ninguna militancia. Hacemos esto por libre voluntad y sin recibir un céntimo a cambio. Nadie nos ha ordenado crear esta bitácora. Nadie nos paga ni subvenciona de ninguna forma. No debemos sumisión alguna a ningún partido político, ninguna instancia gubernamental ni ningún medio de comunicación. Sabemos perfectamente que, a pesar de esta declaración, nos acusarán –ya han empezado—o bien de crédulos, tontos útiles al servicio de Ferraz y de Polanco, o bien de turbios y tétricos funcionarios de Interior complotando por ocultar la verdad, o bien de plumas a sueldo de intereses bastardos. Pero no hay nada de ello, y quien nos acuse tendrá que saber, desde el primer momento, que fracasará en su empeño de calumniarnos y descalificarnos.

La verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero. Y estamos aquí para defender la verdad.

En línea con el párrafo anterior, intentaremos en la medida de lo posible alejarnos de valoraciones políticas. No es nuestra intención, por ejemplo, determinar quién mintió, quién dijo la verdad, o quién actúo de tal o cual forma en los días aciagos que mediaron entre el atentado y la celebración de las elecciones. Evidentemente, cuando tales acciones sean abordadas por las teorías conspirativas, seguramente tendremos que abordarlas a nuestra vez. Pero no insistiremos en ello.

Hacemos el firme propósito de evitar lo que consideramos los peores defectos discursivos de nuestros adversarios: basar sus argumentos en especulaciones, en particular en juicios de intenciones; mezclar sin rigor hechos con medias verdades y con falsedades; utilizar herramientas retóricas y vicios de razonamiento, en particular falacias lógicas; muy en particular, considerar a una autoridad por encima de toda duda (argumentum ad verecundiam) y descalificar a nuestros adversarios de forma personal o por su ideología política. Seremos rigurosos en nuestra exposición y argumentos, escépticos, fríos y objetivos en nuestra actitud, solidarios con las víctimas, implacables en la denuncia de la falsedad y la falacia, pero sobre todo, intelectualmente honestos. Nuestros escrúpulos morales e intelectuales nos lo exigen.

Cuando afirmemos un hecho, lo haremos a partir de los hechos probados en el Auto de Procesamiento, en primerísimo lugar. Nos apoyaremos ocasionalmente en el Diario de Sesiones de la Comisión Investigadora del 11-M, en general con el único objetivo de citar opiniones expertas o declaraciones, evitando las valoraciones. Recurriremos a la prensa –de cualquier tendencia– como último recurso, con el escepticismo que nos da el haber constatado varias veces su poca fiabilidad, y procurando utilizarla bien como apoyo a otros recursos, bien como fuente de posibilidades hipotéticas, nunca como fuente única de hechos probados. En general, no afirmaremos hechos que no tengan un apoyo documental razonable, y reconoceremos sin ningún reparo que no tenemos explicación satisfactoria para un hecho, cuando esto ocurra.

No somos infalibles. Aunque sometemos nuestros textos a la crítica de nuestros colegas (otra de las ventajas de la bitácora colectiva), seguramente cometeremos errores. Cuando esto ocurra, publicaremos una fe de erratas y los corregiremos. Retamos a nuestros adversarios a hacer lo propio.

Todos nosotros llevamos unos dos años combatiendo las teorías conspirativas, algunos de forma más sistemática que otros, haciéndonos eco de las novedades, o debatiendo en foros de Internet, o publicando artículos críticos en nuestras bitácoras. Sabemos de otras personas que han hecho lo propio. Entre todos tenemos un conocimiento muy razonable tanto del atentado en sí como de lo que proponen las teorías conspirativas. Pero nuestros esfuerzos colectivos, según entendemos, han sido dispersos y limitados, perdiéndose muchas veces en las profundidades de un hilo de un foro. Increíblemente, que sepamos sólo existe una bitácora totalmente dedicada a combatir las teorías conspirativas. En cambio, éstas proliferan por la Red.

Es por ello que creemos que es tiempo de que esto cambie. Uniendo fuerzas en una bitácora colectiva logramos varias cosas.

Primero, centralizar y sistematizar toda la información que hemos acumulado en un solo sitio,

Segundo, sumar esfuerzos ante la ingente labor de comentar todas las teorías conspirativas. Afortunadamente, entre todos hemos logrado conjuntar diversos puntos de vista y diversas disciplinas, desde la sociología hasta el Derecho hasta personas con conocimiento de metodologías y conceptos técnicos y científicos.

Tercero, tener una comunidad de debate que permita mejorar nuestras contribuciones mediante el contraste con otras opiniones, tal como queda dicho arriba.

Cuarto, dar una réplica organizada a las bitácoras conspiracionistas, que por lo general o no nos permiten la entrada o nos expulsan como «trolls» en cuanto objetamos alguna de sus afirmaciones.

Quinto, servir como uno de los medios de referencia para las personas que busquen argumentos anticonspiracionistas, aspirando a ser, entre otras cosas, una especie de enciclopedia anticonspirativa; y eventualmente formar parte de una red de bitácoras con la misma intención

Algunos piensan que al conspiracionismo hay que ignorarlo, que no es ni suficientemente serio ni suficientemente amenazador como para combatirlo de frente, que no debemos hacerle el “caldo gordo”. A esto respondemos, además de las motivaciones que hemos explicado arriba, que toda falsedad debe ser combatida. El debate y el rigor intelectual son la esencia del método científico y de la democracia. Y este deber, a nuestro juicio, se redobla cuando la falsedad se difunde desde medios poderosos, amenazando la confianza ciudadana en sus instituciones. Los biólogos, como comunidad, se enfrentan a los creacionistas. Los escépticos a los creyentes en fenómenos paranormales y a los ufólogos. Nosotros, en el rincón del mundo que nos toca, atacaremos las teorías conspirativas del 11-M.

Finalmente, creemos que el “timing” no podría ser mejor. La publicación del Auto de Procesamiento del juez Del Olmo ha reavivado la polémica. De hecho, se ha desatado una verdadera ofensiva conspiracionista que es necesario refutar. Al mismo tiempo, contamos por primera vez con un documento de referencia en cuanto a la relación de hechos se refiere.

A nuestros adversarios les decimos que no nos anima otra intención que debatir con absoluto rigor sus afirmaciones. Esperamos que así lo entiendan y que participen en dicho debate. Si tanto dicen querer saber la verdad, es ahora el momento de demostrarlo, porque atacaremos sus afirmaciones con toda la dureza que caracteriza a toda buena confrontación intelectual, en la convicción de que, como es bien sabido, la verdad no surge de la unanimidad, sino de la discrepancia. Suya será la elección: dejar nuestras afirmaciones sin rebatir, y por tanto sus edificios dialécticos en ruinas, o contestar con honestidad intelectual, rigor y apertura de miras en aras de establecer un debate provechoso. El guante está lanzado, y lo lanzamos al máximo nivel del campo conspiracionista, no porque despreciemos los otros comentarios que recibamos, sino porque es costumbre académica bien establecida que un autor conteste personalmente a las objeciones que se le plantean a sus afirmaciones. Señor Múgica, señor García Abadillo, señor Del Pino, esperamos su respuesta.

Estos son nuestros principios deontológicos y ésta es nuestra presentación y manifiesto fundacional. Esperamos todos estar a la altura de las expectativas.